José Félix AZURMENDI
GAURKOA

Chapoteando jardines

Uno de los participantes de la única tertulia radiofónica que en este momento (casi) nunca me defrauda, hablando de los medios de comunicación, la libertad de expresión, las fake news y similares, ha confesado que sus mayores problemas como viñetista los ha tenido con Emilio Botín. El entrevistado, el catedrático Víctor Sampedro, ha creído que era Peridis quien lo decía -no están todos juntos-, pero el autor, Julio Rey, ha reclamado su paternidad. Ha hecho bien, porque se trataba de una carga de profundidad y no me la imaginaba yo en boca de Peridis. Lamentablemente, nadie ha insistido en la idea, la más arriesgada de las que se han vertido: bastante lejos han ido al recordar que detrás de los medios de comunicación y de casi todo están los del dinero. La mención de Rey me ha recordado el cabreo del director del periódico en el que trabajaba cuando vio lo que uno de sus dibujantes había publicado, jugando con la modernización del logo del Santander: su agudeza había creído ver en el logo renovado una cagarruta. Comprensible el enfado del director por una viñeta tras la que podía venir un veto publicitario.

Se extrañaba Javier del Pino, que es el padre de esta criatura de fin de semana, de que el 20% de su audiencia fuera de derechas, de acuerdo a un reciente sondeo del Estudio General de Medios. Independientemente de que estos estudios merezcan más o menos credibilidad, se me ocurre una explicación para una «incongruencia» en la que también yo incurro: apenas leo la prensa amiga, que (casi) nunca me sorprende ni añade gran cosa, y procuro seguir la de mis adversarios más lúcidos para ver por dónde tiran, y poder combatirlos, si llegara el caso. Del Pino, de esos debe tener un montón. No estoy de acuerdo con los que dicen que las tertulias no aportan nada: aportan mucho sobre los opinadores, que nunca sorprenden, nunca defraudan: según quien sea, ya sabes por dónde va ir su argumento. Siempre fue importante fijarse en la fuente a la hora de valorar la noticia, el análisis, comentario, interpretación u opinión. Hoy eso se ha complicado mucho, porque el panorama informativo (¿?) está inundado de manantiales de difícil identificación, pero es más necesario que nunca.

Uno de los tertulianos puso sobre la mesa una variedad interesante. Había reparado en que los llamados diarios de provincias son de derechas, y son los que mejor aguantan la crisis. Detrás de ellos hay poderosas familias, banqueros, grupos religiosos. El dato, que diría Yolanda, invitaba a una reflexión más pausada que la permitida por el espacio de la radio. Invertir en medios de comunicación nunca fue el mejor negocio, contemplado como dividendo, pero su beneficio se traducía en diseño, control y venta de un determinado modelo de sociedad. Los medios de comunicación privados, casi todos, especialmente los impresos, siempre fueron deficitarios o poco atractivos, al menos desde una perspectiva del dividendo. Detrás de los periódicos siempre había una familia de banqueros, un empresario o varios de otra cosa, unos intereses que iban más allá del lucro medido en plata, y muy cerca, en efecto, del control social.

En esto andaba yo, cuando le leo a José Luis Zubizarreta -lo hago siempre que puedo, por lo que he dicho antes- lo que llama un «desahogo y exabrupto» con el que espera «no haber pisado tantas rosas como florecen en el jardín en que me he metido ni haber salpicado a los muchos que no lo merecen con las sucias aguas del charco en que he chapoteado». Le parece a Zubizarreta que medios y profesionales han rebasado con su polarización política el papel que les corresponde de agente activo, de transmisor, intérprete y evaluador de cuanto sucede. Se han salido de madre, escribe, hacen una selección sectaria de la noticia; se ha hecho rutinaria a su juicio la intromisión de los medios y sus profesionales en la batalla política, como si de uno más de sus contendientes se tratara. Refutando el proverbio de que perro no come perro, observa que unos medios y periodistas desmienten y enjuician la labor de sus colegas, lo que era «práctica tabú en tiempos no lejanos»; «hasta las encuestas juegan a favor del medio que las contrata», ha subrayado.

No puedo menos que estar de acuerdo con lo que dice, salvo en lo de que todo esto sea un fenómeno nuevo, que antes solo lo practicara entre nosotros un medio que «tuvo que cerrar por una sentencia de la Audiencia Nacional tardíamente corregida por el Supremo». Sí me parece nuevo el descaro con el que ahora se hacen las cosas, la desvergüenza, el mal estilo, la urgencia. Y la verdad, no sé si es mejor o peor para la libertad de expresión y el libre albedrío de los votantes, que es de lo que se trata en un contexto electoral en el que los medios y sus mediadores han entrado a degüello contra el adversario. Ahora, ninguno se adjetiva independiente, algo imposible cuando están llenos de deudas, hipotecas y dependencias, y es de agradecer.

Se trataban ese día asuntos nada habituales: lo que dijo Sánchez sobre los medios estaba justificado, sus líneas editoriales son de derechas; la publicidad magnifica interesadamente la inseguridad; equiparar a ERC y Bildu con Vox no se tiene; en la prensa mandan los de siempre, los amigos del IBEX, o lo que no quieren enfadarlos; son deficitarios, pero siguen: ¿por qué? ¿Cómo? Faltan valores democráticos mínimos dijo uno, y los demás parecieron estar de acuerdo.

Se deslizaba alguna pregunta sugerente: ¿blanquea PP a Vox, o al revés? Se escuchaban afirmaciones rotundas: Aznar es el expresidente mejor tratado, está blindado por el sistema. Se desprendía un ¡bravo por Zapatero! Alguien aportó argumentos para sostener que la tertulia es el género menos democrático, un modelo barato y fácil que llena mucho espacio y halaga los oídos de los fieles. Se recordó que el PP cuestiona el sistema electoral y lo volverá a hacer si no gana las elecciones. Lo negativo moviliza más, afirmó el catedrático. Las cloacas del Estado, Villarejo, Rato, salen con bien en los medios. A la dignísima Pilar Manjón la destrozaron mediáticamente. Han conseguido que Podemos, con la ayuda de errores propios, pase de cinco millones a casi desaparecer. «Que te vote Txapote» ha sido comercializado por Ayuso y Nuevas Generaciones… Se sucedían ideas, una tras otra, que daban para muchos debates, inhabituales en un medio de gran audiencia y en prime time. Si fuera verdad, como dice Zubizarreta, que se ha roto el tabú, ojalá algunos se atrevan a retomarlas. No soy muy optimista.