EDITORIALA

Ley de Secretos Oficiales o miedo a la verdad

Guerra sucia, terrorismo de Estado, torturas y ejecuciones extraoficiales cuya planificación y colaboración se extiende por los estamentos del Estado; métodos contrainsurgentes empleados con plena conciencia de impunidad, aún hoy día avalada por la Ley de Secretos Oficiales que puso en vigor el franquismo en 1968. La «joven democracia» posterior no se decidió por un ejercicio de transparencia tan elemental como al menos elaborar una ley de secretos oficiales homologable a la de cualquier país democrático, pero tras casi medio siglo y un tímido amago de cambio de la misma, sigue vigente tal cual y sin plazo para la desclasificación de esos archivos.

En Hego Euskal Herria existen rigurosos informes oficiales por encargo de sus dos gobiernos que dan constancia de miles de casos de torturas a manos de los diferentes cuerpos policiales del Estado, también alguno que desmiente versiones oficiales sobre muertes en período de detención. Cuando esa realidad se ha confirmado por medio de investigaciones oficiales, nadie se ha sorprendido, lo que resulta comprensible toda vez que, al menos en Euskal Herria, nadie creía las versiones oficiales, pero no se comprende la indiferencia y desidia sobre todo del Gobierno del Estado, pero también de los gobiernos que encargaron dichas investigaciones, que se han limitado a hacer públicos los informes. Esa terrible constatación de la realidad no ha provocado petición alguna de responsabilidades, ni siquiera de reconocimiento del daño causado a miles de ciudadanos y ciudadanas.

Los protagonistas de esa ignominia, cuyo deber era garantizar los derechos de la ciudadanía, ¿a quién protegían? ¿A quién protegen quienes se niegan a revelar cualquier dato que pueda acercar a la verdad? Resulta trágicamente grotesco que apelen a la seguridad para justificar la ocultación eterna de la verdad que conocen y temen. Entrevistado en estas páginas, Eneko Etxeberria Álvarez, hermano del desaparecido Naparra, recuerda las palabras del forense Pako Etxeberria: «Si ahora no se puede hablar, ¿cuándo se hablará? ¿Cuando todos los responsables hayan muerto?».