Koldo LANDALUZE
CRÍTICA: «OPPENHEIMER»

La tragedia de Prometeo

Christopher Nolan ha firmado un blockbuster que no es tal; es más bien una obra monumental y apabullante que tiene como objetivo principal invitar al espectador a que reflexione sobre lo que circula ante su mirada, un encadenado de explosiones físicas e internas. Un contraste entre lo que acontece en los áridos escenarios en los que cobraron forma inicial los hongos letales paridos bajo el Proyecto Manhattan y en esa constante eclosión interna que parece sufrir en sus entrañas el protagonista que, en la piel de Cillian Murphy, adquiere una fisonomía muy oportuna.

La culpa, el remordimiento y la necesidad de delegar en la propia humanidad el destino de un objeto terrorífico que debería servir como ejemplo para generaciones futuras, conforman la base existencial de un personaje complejo y apasionante.

El moderno Prometeo que robó el fuego a los dioses y que pagó su osadía siendo señalado por su paranoico Gobierno. Visualmente, “Oppenheimer” es la plasmación de un reto técnico que su director ha superado mediante la filmación en un magnífico 70 mm que adquiere un gran valor si se tiene la suerte de visionar el filme en IMAX.

Pasado y presente se alternan en la reconstrucción del puzzle humano llamado J. Robert Oppenheimer, un método el que el director ha utilizado en diferentes filmes anteriores, como, por ejemplo, en “Memento”, e incide sobremanera en el proceso judicial que sufrió el protagonista durante la caza de brujas orquestada durante la Guerra Fría. Cillian Murphy compone una excelente interpretación y es muy bien secundado por un interminable reparto plagado de nombres conocidos. Mención especial merece el encuentro privado que mantienen el científico y el presidente Harry Truman (Gary Oldman) en su despacho oval.