Fede DE LOS RIOS
JOPUNTUA

Contra la reacción

El marketing electoral es el determinante de las estrategias de los partidos políticos a través de estudios demoscópicos y encuestas continuas que pulsan el «sentir de la población», ofreciendo no farragosos programas, ni siquiera exiguos aunque firmes principios, sino lo que la mayoría silenciosa parece «desear»; esa especie de inconsciente colectivo lo administra una serie de algoritmos al servicio de los expertos en el engaño de la ilusión democrática.

La acción de los aparatos de los partidos se reduce a diseñar lo que llaman «ideas fuerza» repetidas hasta la saciedad a fin de que calen en el electorado, alimentando las percepciones emocionales que acaban traduciéndose en titulares de los medios de opinión. A eso se ha reducido lo que llaman política. «Que te vote Txapote», como paradigma de argumentario político; tan miserable está la cosa que la grotesca propaganda de Goebbels pareciera un modelo de oratoria y racionalidad. El nihilismo de esta posmodernidad de la posverdad o de esta posverdad de lo posmoderno (que ya no me aclaro igual que con lo del huevo y la gallina) donde todo parece lo mismo, y da igual ocho que ochenta, porque todos son iguales y el diferente soy yo, nos lleva, poco a poco, no ya a un fascismo de nuevo cuño sino al despertar del rancio nacionalcatolicismo que nunca se fue.

Las izquierdas españolas a vueltas con la búsqueda de la centralidad del tablero. Y el tablero cada vez más a la derecha. Como los extremos son malísimos y las disyuntivas, esas situaciones en que debe elegirse entre dos opciones que se excluyen mutuamente muy incómodas, amén de exigir un esfuerzo de reflexión de más de una jornada, mejor la indefinición, el no marcar límites. Todo líquido, todo fluido como gusta decir ahora. Así que ni negros ni Ku-Klux-Klan; ni judíos ni nazis; ni feministas ni machistas; ni ateos ni creyentes; ni darwinianos ni creacionistas; ni copernicanos ni terraplanistas; ni comunistas ni fascistas. Todos idiotas.

En esta coyuntura no votar no es ni radical ni revolucionario, es suicida.