Amaia U. LASAGABASTER

UNA PLANTILLA CAMPEONA CONDENADA A SEGUIR EL MUNDIAL DESDE LA GRADA

Las mejores selecciones del mundo se dan cita en Australia y Nueva Zelanda pero no todas las mejores jugadoras estarán allí. Al menos no sobre el césped. Jubilaciones anticipadas, decisiones técnicas, selecciones débiles o, sobre todo, lesiones, con especial incidencia de la rotura de ligamento cruzado, han dejado fuera de la cita a una cincuentena de estrellas.

cuando Estados Unidos levantó su cuarta corona en Mundial hace cuatro años, Sophie Smith ni siquiera había debutado con la selección. Ayer lideró la primera victoria en el torneo de un equipo renovado de la cabeza a los pies, hasta el punto de que Savannah DeMelo disputó su primer partido con la absoluta. Y es que la tetracampeona es una de las selecciones más afectadas por las ausencias. Catorce de las jugadoras que ganaron en París no participan en este Mundial y la mitad se ha caído por lesión.

No es, desde luego, el único equipo que tendrá aficionadas de lujo en la grada. Se podría hacer no ya un equipo sino una plantilla campeona, y casi dos, con la cincuentena larga de futbolistas de primerísimo nivel que se ha quedado sin premio por las más variadas razones aunque las lesiones, con la rotura de ligamento cruzado anterior a la cabeza, suponen el principal motivo.

ESTRELLAS Y EQUIPOS

Las propias selecciones también tienen mucho que ver. Equipos que se les ven y se las desean para meterse en las fases finales de los campeonatos internacionales, pese a contar con algunas de las mejores futbolistas del mundo. Es el caso de la polaca Ewa Pajor, estrella del Wolfsburgo y máxima goleadora de la Champions League este último curso, resignada a triunfar a nivel internacional solo con su club. Una condena que comparte con la chilena Tiane Endler, considerada la mejor guardameta del mundo, las escocesas Cuthbert, Weir o Corsie, la galesa Fishlock, las belgas Wullaert, De Caigny y Cayman o la islandesa Jonsdottir.

No tanto el nivel como la gestión de las selecciones, así como los desencuentros con federaciones o seleccionadores, ha dejado esta vez en casa a futbolistas como Mapi León, Patri Guijarro -firmes, como otras compañeras, en su reivindicación de mejoras en el trabajo de la selección española-, la nigeriana Chukwelu o la zambia Chanda. Tampoco han quedado muy contentas con la convocatoria esta vez históricas como la italiana Sara Gama, la japonesa Mana Iwabuchi o la costarricense Shirley Cruz. Claro que en muchos casos tiene que ver con el relevo generacional, que a veces cuesta asumir. Entre las que lo han aceptado de buen grado, al menos públicamente, se encuentran la sueca Lindahl, la alemana Marozsan, que se despidió de la selección esta primavera con homenaje incluido, o la sudafricana Van Wyk, que anunció hace meses junto a Desirée Ellis que no se encontraba al nivel óptimo para disputar el Mundial. Tampoco faltan las que directamente han colgado las botas en los últimos tiempos como Van Veenendal, Labbé, Lloyd o Formiga.

Con mayor satisfacción se anuncian ausencias cada vez más habituales, las provocadas por el embarazo de las protagonistas. Esta vez le ha tocado, por ejemplo, a la alemana Schult, como pasó en la última Eurocopa con su compañera Leupolz, ya de vuelta.

LA PLAGA DEL CRUZADO

Lamentablemente, el anuncio se produce en la mayoría de ocasiones entre lágrimas. Las lesiones son el motivo principal de las grandes ausencias y han dejado fuera de este Mundial a casi una treintena de futbolistas de primerísimo nivel. Y a buena parte de ellas les ha tocado escuchar las tres siglas más odiadas del balompié: LCA, ligamento cruzado anterior.

Bien porque se lo han roto en los últimos meses, bien porque no se han acabado de recuperar por completo, la plaga del cruzado ha dejado fuera de combate a Mead, Macario, Miedema, Katoto -todas ellas finalistas del último Balón de Oro que ganó Alexia Putellas, todavía recuperándose de la misma lesión cuando lo recibió-, Cascarino, Williamson, Gwinn, Nadim, Press, Davidson, Robledo, Logarzo, Folmli, Thorsdottir, Beckie, Mewis, MBock Bathy, Pugh... Una lista interminable, a la que los nombres parecen sumarse con cada vez mayor asiduidad.

Hace ya años que se desarrollan estudios al respecto, con la constancia de que la incidencia de la lesión es mucho mayor en las mujeres que en los hombres. Entre cuatro y seis veces mayor, concretamente, y se debe tanto a motivos anatómicos, como la mayor elasticidad muscular o la estructura ósea, como hormonales, estrechamente relacionados con el ciclo menstrual y la producción de estradiol y progesterona o biomecánicos, por las diferencias en el movimiento. De ahí las innovaciones específicas tanto en el apartado médico como en el material, en lo referente a calzado y balones, por ejemplo.

Pese a las mejoras, y posiblemente por la mayor carga de partidos que afrontan las jugadoras y la mayor intensidad en el juego, la incidencia de la lesión sigue creciendo. Nadia Nadim, médica de formación, que la ha sufrido en dos ocasiones -la última, de la que no ha acabado de recuperarse, el pasado otoño- y que también se pierde el Mundial, anunciaba esta semana la creación junto a otras futbolistas de elite de una comunidad de apoyo a las lesionadas y su involucración en los proyectos de investigación de una empresa especializada enfocados a la prevención y el tratamiento de la lesión.