Una barbaridad urbanística
UPN quiere hacer un Aparcamiento subterráneo en la Plaza de la Cruz, en pleno corazón del II Ensanche de Pamplona. Que sepamos, esta decisión ha sido la última tropelía urbanística del anterior alcalde, el señor Maya,, antes de dejar su cargo, en contra de la opinión de la mayoría municipal y de cientos de vecinas y comerciantes de la zona que ven con estupor la amenaza de arboricidio contra no menos de 46 árboles que cuentan con más de 60 años.
Somos muchas las personas que disfrutamos de la sombra de estos árboles grandes y frondosos.
Esta no es la primera vez que UPN atenta contra la escasa muestra de arbolado del Ensanche, que en unas pocas calles se ha abierto sitio entre los edificios y el asfaltado urbano.
El II Ensanche de Pamplona es ejemplo de cómo la especulación se ha adueñado del espacio urbano, construyendo masivamente en cada manzana tras derribar las primeras villas y sus jardines que acogieron a las familias burguesas que salieron del Casco Viejo en los años veinte del siglo pasado. Si analizamos una fotografía aérea vemos como la edificación, en cuadrados de 70x70 metros cuadrados, se extiende a diestro y siniestro entre calles de asfaltado en las que apenas se salva una manzana libre, la Plaza de la Cruz y unas pocas aceras acogen algunas líneas de árboles heroicos de porte medio y alto en las calles Sangüesa y San Fermín, que se cruzan precisamente en una isla de arbolado de gran porte en la Plaza de la Cruz. Pareciera que el cuarto suroeste del II Ensanche estuviera diseñado por un enamorado de los jardines versallescos, que concibió un Centro Natural en la Plaza de la Cruz como encuentro del Cardus y el Decumanus Máximos, ambos con su excepcional arbolado, que les presta su prestancia de calles singulares a las calles Sangüesa y San Fermín.
En el resto del II Ensanche apenas sobreviven algunos árboles de gran porte en la avenida de Baja Navarra y San Ignacio. El resto fueron talados en las sucesivas embestidas de los aparcamientos subterráneos construidos en Carlos III, Plaza de Merindades, Blanca de Navarra y calles aledañas. Lo mismo ha ocurrido en la Plaza del Castillo. Los árboles enanos plantados en macetas en Carlos III son un remedo ridículo de los que antes fueron y las calles y plazas son espacios semejantes a secarrales, sin sombras en que cobijarse.
Parece que de nuevo ha surgido el espíritu arboricida de UPN. En plena crisis climática pretenden eliminar árboles de gran porte, en contra de toda lógica urbanística que debe mejorar y aumentar la superficie del arbolado frondoso en las ciudades para incrementar el número de espacios naturales que mejoren la captación de CO2, bajen la temperatura del entorno y procuren sombra a las vecinas que necesitarán sin duda refugiarse de la calima que viene.
Es obvio para cualquier persona sensata que, ante el dilema de garajes para coches o arbolado frondoso, la decisión debe ser arbolado. Los aparcamientos se podrán construir en otro sitio; el arbolado de 60 años, no.
Afortunadamente, siempre existen personas preocupadas por su ciudad que se oponen a este acto de vandalismo. A ellas, todo el apoyo.
Esperemos que esta vez no prospere esta barbaridad, porque alguien recapacite y dé marcha atrás, manteniendo la única isla natural del II Ensanche y sus calles arboladas de gran porte. Porque un árbol de 60 años talado no se repone con un plantón de 10 años en una maceta.
El II Ensanche y la ciudad lo merecen.