Carlos GIL ZAMORA
Analista cultural

Las corrientes

Estamos esperando que las oropéndolas nos guíen por ese camino tan imaginativo que nos dirige a la continuidad geopolítica de los humedales donde se retroalimenta el arte, allá donde la brisa de Eolo se convierte entre las rocas en orfeón marinero con estribillos gastronómicos, cuando es obvio que los montes silban fuerte y nos mandan vientos con los que los juncos en su baile de contorsión inspiran a las coreógrafas para que entendamos mejor el proceso de la vida. Es ahí donde las ánades visten populares trajes de lujo servicial para que las grandilocuencias liberales se traduzcan en ofertas programáticas, donde la belleza se conjugue con políticas de precios compatibles con una amplia gama de estratos sociales puedan disfrutarla sin ahogos. Es así como los vikingos atraviesan las estepas, los océanos y saben interpretar los hielos, los avatares y la producción de géiseres de secano, como simbología de nuestros tiempos atravesados por transversales indefiniciones y falta de rigores contextualizadores de la vida, el arte, la belleza y acotando las sombras que se mueven mientras nosotros libamos, soñamos bajo la higuera y acudimos a esas ofertas que se funden entre turismo y cultura, asunto que ni los gnomos critican, por si acaso se reduce el tiempo de la siesta. Entonces, si llamas a la actitud más condescendiente contracorriente, lo corriente va a la contra de la burocracia. Quizás todo se inspire en un ataque de ingenuidad vicaria.