Agente de Inteligencia
A la hora de construir la falsa historia de ese individuo que afirma ser Mikel Lejarza «Lobo», una persona ha jugado un papel muy importante. Se llama Fernando San Agustín Farlete y se graduó como teniente en la Academia Militar en 1965. También se graduó en la Escuela Oficial de Periodismo de Barcelona, lo que le vino muy bien para actuar durante años como topo entre los antifranquistas; sobre todo, en Francia. Los militantes creían que era un mero periodista y no se les pasó por la cabeza que pudiera asimismo ser un agente del Servicio de Inteligencia.
Sin embargo, esa era precisamente la función de aquel agente al que los miembros del servicio conocían por su segundo apellido, «Farlete», y como tal realizó muchos «trabajos» durante la dictadura. Fue también responsable de seguridad en el juicio contra Jon Paredes «Txiki» al que condenaron a muerte y poco después fusilaron.
Tras morir Franco, otro de los «trabajos» de San Agustín fue el de reclutar agentes de inteligencia. Siempre ha tenido muy claro que los miembros del Ejército o de las Fuerzas de Seguridad no son adecuados para las infiltraciones en profundidad. Por eso se dedicó a captar a civiles que estuvieron a su cargo durante la mili. Procurando mantenerse siempre a la sombra, claro. A esas personas se les preguntaba, por teléfono, si buscaban trabajo y, en caso de ser la respuesta afirmativa, tenían que pasar un montón de tests sin saber para qué tipo de trabajo era. Si superaban todos los anteriores, el último test, de conducción evasiva, se realizaba en el circuito «Can Padró».
Años más tarde, siendo San Agustín propietario de dicho circuito, fue precisamente allí donde captaron a «Chema» Aloi, un topo gracias al cual pudieron desmantelar, en 1992, la organización armada catalana Terra Lliure. Estoy persuadido de que «Farlete» tuvo mucho que ver en aquella operación, puesto que era propietario de «Can Padró» y ya se había servido años antes de aquel circuito para reclutar nuevos agentes.
Al ser muy notorio a qué «tareas» se dedicaba, abandonó el Ejército con el grado de comandante. Debieron de pensar que, para poder desenvolverse mejor en los nuevos «trabajos», lo más eficaz era que dejara el Ejército. En todo caso, estoy absolutamente seguro de que siguió trabajando para el Servicio de Inteligencia. Por ejemplo, montando a partir de 1988 la falsa historia de esa persona que pretende ser Mikel Lejarza.
Como puede verse en el libro “Espía en el País Vasco” del general Ángel Ugarte, una de las «tareas» más importantes de los Servicios de Inteligencia es la de usar y manipular a periodistas y medios de comunicación. Ugarte fue, durante muchos años, jefe de dicho servicio en Euskal Herria y merece la pena leer detenidamente los ejemplos que cita.
Fernando San Agustín es también un gran especialista en la manipulación tanto de periodistas, como de medios de comunicación, y se valió muy bien de ello para que el conocido periodista Xavier Vinader, ya fallecido, entrevistara un par de veces, en 1988 y 1989, a ese falso «Lejarza».
Vinader había sufrido dos atentados cometidos por grupos de extrema derecha y estuvo en prisión y en el exilio. Debido a ello, tenía un merecido prestigio y no me cabe la menor duda de que San Agustín lo utilizó para dar credibilidad a la historia de ese personaje que afirma ser Mikel Lejarza.
En la penúltima biografía de «Lobo», publicada hace cuatro años, dejaron bien claro que fue Fernando San Agustín quien presentó al falso «Lejarza» a Xavier Vinader. Fue entonces cuando desvelaron, tras morir Vinader, lo que yo ya había deducido años antes, que era «Farlete» quien organizó aquellas entrevistas.
También hace años que di por seguro que había participado en otras «tareas» destinadas a construir aquella falsa historia y afirmé que no me cabía duda alguna de que tenía mucho que ver con la operación organizada en torno a ese personaje que pretende ser Mikel Lejarza.
Todo indica que San Agustín es un agente de inteligencia muy capacitado, pero le ha sucedido lo mismo que al general Ugarte, que no ha sabido controlar adecuadamente su ego. En lugar de mantenerse siempre a la sombra, ha aparecido muy ligado al falso «Lejarza»: en los documentales sobre Mikel Lejarza; «informando» a los periodistas que han escrito las cuatro biografías: Vinader, Cerdán, Rubio, Rueda...
El hecho de que apareciera por doquier suscitó mis sospechas. Por eso estuve tan convencido de que fue el organizador de las entrevistas. Y que seguía ejerciendo el mismo «trabajo» que inició durante el franquismo, en el Servicio de Inteligencia.
La última biografía de Mikel Lejarza «Lobo», “Secretos de confesión”, escrita como la anterior por Fernando Rueda y el falso «Lejarza», es pura basura, pero merece la pena una lectura reposada y profunda de todo lo que dice San Agustín; sobre todo, en relación a los topos, materia en la que parece ser un gran especialista.
«Farlete» se sirve exactamente de los mismos argumentos que utiliza el falso «Lejarza» para pretender que, tras desaparecer ETA, su vida corre más riesgos que nunca. Las mismas falacias que usa quien afirma ser Mikel Lejarza para negarse a hacer una prueba de ADN que lo pondría al descubierto no solo a él, sino a todos quienes han participado en la construcción de esa enorme mentira.
Por otra parte, San Agustín asegura que el militar que atesora los más importantes secretos de Estado, el teniente general Andrés Cassinello, le hizo saber, en 1975, que habían conseguido introducirse en ETA. Es evidente que Cassinello, que ya tiene 96 años, hacía ese tipo de confidencias a poquísimas personas y el hecho de que Fernando San Agustín fuese una de ellas muestra su importancia.
En todo caso, oculta muy bien todo lo que tiene que ocultar. En especial, lo referido al falso «Lejarza». Y puede que también al verdadero Mikel Lejarza.
Porque sabe mucho al respecto. ¿No es verdad, señor «Farlete»?