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DE REOJO

No sin mi zurracapote


Desmontando las teorías de la sociología de horchata y helado de frambuesa, se van sucediendo los pactos vergonzantes como el de Aragón donde el que va a ser presidente con el apoyo de Vox no acude a la firma del documento, lo que entra directamente en el cinismo bochornoso de barbacoa y siesta blindada en el altozano. Está quedando un mapa político muy entretenido, la regresión se va a instaurar de manera irrevocable y en unos meses no existirán vestigios de una sociedad que disfrutaba de una serie de libertades individuales que no comprometían a nadie, ni a sus creencias religiosas, pero que los nuevos tiempos van a prohibir y censurar.

Hay movimientos aparentemente inocuos que sirven para explicar la realidad política. En TVE ha vuelto uno de esos programas que podríamos considerar como un reconocimiento de la España vaciada, “Gran Prix”, con esos pueblos que concursan en diferentes juegos que en su inmensa mayoría sirven para poder reírse deshumanizadamente de personas que se caen de las atracciones. Sigue al frente Ramón García, que es garantía de tono casposo, de populismo barato, y en esta ocasión solamente falta algo característico del concurso, la vaquilla. No sale, pero no se dude de que, si gobierna la extrema derecha española bicéfala, volverá la vaquilla de los pueblos.

«No sin mi zurracapote» debo decir que es un éxito de audiencias, que logra unos resultados inusitados que propician muchas y variadas reflexiones, pero que es el reflejo de un tiempo convulso. La estética del concurso es anacrónica, pero resultona.