Nora FRANCO

La Quincena Musical pianística

Instrumento versátil, polifónico, sonoro y relativamente accesible a un nivel elemental, el piano se ha convertido en un instrumento fundamental -para la música clásica, el jazz, la música ligera, la pedagogía musical y como herramienta de análisis y composición musical- que, naturalmente, no podía faltar en la Quincena Musical.

Imagen de la ópera infantil «Nora?», aventura trepidante que vio la luz en el Teatro Victoria Eugenia.
Imagen de la ópera infantil «Nora?», aventura trepidante que vio la luz en el Teatro Victoria Eugenia. (Iñigo IBÁÑEZ-QUINCENA MUSICAL)

Considerado por muchos como el mejor instrumento musical, la aparición del piano allá por los primeros años del siglo XVIII supuso un gran cambio en nuestra cultura musical. Parece mentira que, siendo un instrumento de “solo” 300 años, el piano esté tan integrado en la cultura musical occidental que absolutamente nadie, ni siquiera quien carece por completo de conocimientos musicales, tenga ningún problema en reconocerlo y entender -a grandes rasgos- su funcionamiento.

Desde su invención en la Italia del XVIII, el piano fue haciéndose un hueco en los salones y, más tarde, en las salas de conciertos, hasta hacerse indispensable. Aunque los autores barrocos tuvieron un primer contacto con el instrumento, la música para piano alcanzó su primera cota con los clásicos vieneses. Importante centro musical, la capital del imperio austriaco adoptó rápidamente este nuevo elemento que tantas posibilidades ofrecía y autores como Mozart, Beethoven y después Schubert supieron crearle un lenguaje propio que lo convirtió en un instrumento sonoro y poderoso, capaz de competir en sonoridad con una orquesta.

El siglo XIX y el Romanticismo alemán -Mendelssohn, Brahms, Schumann…- le otorgaron intimidad y arrebato a partes iguales, pero fueron Chopin y Liszt en París a mitad de siglo quienes extrajeron el máximo poder expresivo del instrumento. El siglo XX llegó con nacionalismos, impresionismo, vanguardias y la rompedora escuela rusa, que aportaron lenguajes, colores y matices, pero para entonces el piano ya se había convertido en el eje indispensable de la música en todos sus géneros y estilos, llegando hasta hoy con plena hegemonía musical y un sonriente futuro.

UN INSTRUMENTO VERSÁTIL

La cantidad de música compuesta para piano en estos tres siglos de andadura es incontable. Sus cualidades hacen de él un instrumento autosuficiente, capaz de interpretar melodías y acompañamientos simultáneamente, de modo que puede ser un instrumento solista -bien en recital, bien como protagonista en una obra orquestal-, pero también un gran candidato a tomar parte en formaciones camerísticas, junto a uno o varios instrumentos, o como compañero ideal para la voz, sin olvidar su papel como parte integral de la orquesta, como un instrumento más.

Muchas conocidas obras orquestales han sido escritas inicialmente para piano y, a la inversa, muchas obras del repertorio orquestal han sido transcritas para piano. Una aproximación de casi cualquier partitura -ópera, sinfonía…- puede ser interpretada mediante una reducción al piano, y es que la versatilidad de este instrumento lo hace igualmente adecuado para espacios domésticos que para grandes auditorios, para la delicada intimidad y para el más brillante virtuosismo. De modo que no es infrecuente encontrarlo en los distintos escenarios de Quincena, año tras año, en sus diferentes y numerosas facetas. Pero en esta ocasión, la octogésima cuarta edición tiene al piano como uno de sus principales protagonistas, con grandes recitales y virtuosos solistas, pero también en más discretas formaciones camerísticas con grandes intérpretes, que bien merecen un detallado repaso.

GRANDES RECITALES

La Quincena Musical propone en su programación más destacada para este año no solo uno sino dos grandes recitales. El primero de ellos, el que ofrecerá el pianista ruso -español, desde el año pasado- Grigory Sokolov en el Auditorio Kursaal con obras de Purcell y Mozart. Un espacio muy grande para un repertorio tan íntimo, podría pensarse; pero tal es la expectación que siempre despierta este pianista y tales sus dotes para sacar el máximo partido al instrumento, que un estadio deportivo se convertiría también en un buen espacio. Y es que el “fenómeno Sokolov” llena allá donde vaya, incluso con un programa dedicado al archiescuchado Mozart y a Purcell, un autor barroco inglés que, probablemente, aún no tenía del todo claro qué era un piano. Pero llega hasta tal punto la naturaleza obsesivamente perfeccionista de este músico, es tan amplio su dominio del instrumento, tan sutiles los matices de su interpretación que, sin la más mínima duda, el recital será único y memorable.

El segundo gran recital llegará el próximo domingo 20 de la mano -de las manos- de Mitsuko Utsida y Jonathan Biss, en un inusual repertorio a cuatro manos dedicado a la memoria de Alicia de Larrocha en el centenario de su nacimiento. En un monográfico de Schubert, la pianista anglo-japonesa y el joven estadounidense aunarán sus profundas, particulares y expertas visiones del compositor austriaco para interpretar algunas de sus mejores piezas. La interpretación intelectual pero profundamente poética de Uchida encontrará el equilibrio en la poderosa y vital de Biss, en un maravilloso juego de contrapesos y simetrías.

Pero no serán los únicos recitales pianísticos. Aunque mucho más discretamente anunciados, no podemos olvidar el que interpretará el jovencísimo Ismael Gil Bouqallal el jueves 24 en el Palacio Miramar en el ciclo de Jóvenes Intérpretes con obras de Soler, Ravel, Chopin, Scriabin y Albéniz, o el que ofrecerá la internacionalmente reconocida pianista Judith Jáuregui el domingo 27 en Senpere dentro del ciclo Quincena Andante o la exhibición de dominio, fuerza interpretativa y concentración que hizo Noelia Rodiles en su interpretación de la música de Ligeti en el ciclo de Música Contemporánea.

MÚSICA DE CÁMARA

Pero no solo de recitales vive el piano. Lo demostró ya la propia Noelia Rodiles el pasado día 12 con el “Trío para violín, trompa y piano” de Ligeti, una obra endiabladamente virtuosa; pero también al día siguiente Susana García de Salazar en el ciclo de cámara con obras de Vaughan Williams, sirviendo de soporte y compañía a la voz del tenor Fernández-Rueda y como parte del sexteto “On Wenlock Edge”. Y es que la participación del piano en los grupos camerísticos es un elemento casi indispensable, y los nombres de los pianistas que aún están por participar en ellos no es nada desdeñable: la propia Judith Jáuregui, Josu de Solaun, Marta Zabaleta, Marta Moll, Daniel Ligorio, Juan Barahona, Arkaitz Mendoza… Grandes intérpretes que envolverán y completarán con el sonido de su piano las evoluciones melódicas de sus acompañantes.

LUCES Y SOMBRAS

El papel del piano en esta edición de Quincena tiene un peso importante, pero también lo es su participación femenina. Y es que, lejos de forzar la paridad, como podría tener que darse en otros casos, el piano es un instrumento que no tiene tantos prejuicios de género. «Como pianistas, tenemos la suerte de tener grandes referentes femeninos: Alicia de Larrocha, Maria João Pires, Martha Argerich…, lo que te hace perder ciertos prejuicios y pensar en el hecho de convertirte en pianista como algo normal y posible», explica Noelia Rodiles.

Sin embargo, toda práctica instrumental tiene su lado menos luminoso, como lo es en este caso la soledad del pianista, y es que «es una obviedad, pero los otros instrumentos casi siempre están acompañados, pero nosotros no. Somos unos privilegiados, porque tenemos toda la libertad en nuestros recitales, no tenemos que adaptarnos a nadie ni dependemos de ningún otro, pero al mismo tiempo todo recae en nosotros; la soledad trae consigo una responsabilidad musical y un peso más allá del escenario: estudias solo, trabajas solo, viajas solo, cenas solo… es un modo de vida que al final te convierte en un poco maniático y controlador», confiesa Judith Jáuregui.

Y es que el piano, con toda su capacidad expresiva, su capacidad de condensar el sonido orquestal, su intimidad o su potencia, no son más que las miles de horas de estudio de grandes músicos, expuestos a la luz del escenario pero escondidos tras la sombra de esa gran caja mágica que es el piano.