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CRÍTICA: «LAS CHICAS ESTÁN BIEN»

Cuentos en una noche de verano


Al igual que el sueño imaginado por Shakespeare o el sonido de una flauta mágica que Mozart escondió en lo profundo del bosque de la Reina de la Noche, la acción de “Las chicas están bien” transcurre en una escenografía apropiada para los cuentos o, mejor dicho, para subvertirlos.

Durante una semana de verano, acompañamos a cuatro actrices y una escritora que han optado por perderse en un pequeño y apartado pueblo para ensayar una obra de teatro, una historia que en su apariencia cohabitan princesas engalanadas con ropajes del siglo XVII. A medida que transcurren las horas, el espectador adopta el rol de testigo silente de las complicidades que comparten las actrices y escucha las ideas que estas ponen sobre la mesa para enriquecer la obra.

LO REAL Y LO FANTÁSTICO

Tras “La Virgen de Agosto”, “La Reconquista” y “Tenéis que venir a verla”, la actriz navarra Itsaso Arana ha debutado detrás de la cámara con esta muy luminosa crónica veraniega en la que ha contado con la complicidad de un grupo de actrices como Bárbara Lennie, Irene Escolar, Itziar Manero y Helena Ezquerro. La propia Arana también ha querido ser partícipe de esta película, cuya principal virtud radica en su honestidad a la hora de concretar una serie de ideas y diálogos que alternan lo real y lo fantástico. Con todos estos mimbres resulta inevitable una comparación con el cine de Éric Rohmer, sobre todo sus “Cuentos de las cuatro estaciones”, a la hora de hilvanar charlas en las que se citan las complejidades del amor, la maternidad, el deseo y los placeres, la muerte y el oficio de jugar a ser otros personajes.