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PASSAGES

Una corriente telúrica a tres bandas


Ira Sachs apuesta por el riesgo en esta su nueva película y sale airoso. Un reto de gran complejidad y elaborado a partir del triángulo bisexual que plantea en torno a un director de cine (Franz Rogowski) que inicia una relación con una joven institutriz (Adèle Exarchopoulos). Para el personaje encarnado por Rogowski, dicha situación se convierte en una novedad excitante, que desea explorar al máximo y a pesar de estar casado con otro hombre (Ben Whishaw). Lo singular de este filme, de gran fuerza erótica y muy carnal, radica en la opción de la pareja del director que iniciará su propia aventura. En este punto, el director de cine se muestra como lo que realmente es, una persona muy voluble que intentará captar nuevamente la atención de su marido.

UN VIBRANTE RITMO VITAL

“Passages” es un estudio íntimo, sincero e incisivo de la naturaleza del ser humano y de las complejidades del amor y las relaciones, y tiene entre sus referencias fílmicas más evidentes el clásico de Visconti “El inocente” (1973), sobre todo en lo concerniente al diseño de sus personajes.

En esta su octava película, el director estadounidense plantea una guerra de deseos de manera muy explítica y consigue que, a pesar del rechazo que puede provocar una situación en la que el narcisismo asoma desde el reflejo de sus protagonistas, mantiene un equilibrio dentro de un desarrollo desconcertante y que tiene la virtud de sorprendernos en cada uno de sus tramos. Al contrario de lo que acontecía en su anterior “El amor es extraño” -centrado, de manera muy calmada, en una relación homosexual y otoñal-, en esta oportunidad, tanto el ritmo de la narración como su apartado visual mantienen un pulso vital muy constante y enfebrecido. A ello se suma la gran complicidad que emana de un reparto muy solvente y que ha sabido transmitir toda la corriente telúrica que emana de sus personajes.