Los equipos de rescate, voluntarios y soldados aceleran los trabajos para tratar de encontrar supervivientes atrapados bajo los escombros de los pueblos arrasados por el potente terremoto que dejó más de 2.120 muertos al suroeste de la ciudad de Marrakech.

De los 2.421 heridos registrados hasta ayer, 1.404 se encontraban en estado muy grave, con lo que es probable que la cifra de muertos aumente.

En algunos pueblos los propios vecinos llevan a cabo los rescates por falta de apoyo estatal. Países de todos las regiones del mundo habían ofrecido ayuda a Marruecos y finalmente ayer Rabat aceptó la participación de equipos de rescate del Estado español, Gran Bretaña, Emiratos Árabes y Qatar, asegurando que no tiene de momento necesidad de otros tipos de ayuda.

Mientras el pánico y la conmoción no han desaparecido tras el caos del sábado, en la misma región una réplica de intensidad 4,5 hizo ayer aumentar el miedo. Muchas personas siguen a la intemperie sin vivienda o por temor a nuevos derrumbes.

En Tafeghaghte, un pueblo casi completamente destruido, a unos cincuenta kilómetros del epicentro, los rescatistas lograban sacar algunos cuerpos pero otros seguían enterrados bajo las ruinas. «Lo único que queda es el cuerpo de mi hermano bajo los escombros, no veo la hora de que lo saquen para poder llorar en paz», sollozaba Zahra Benbrik, de 62 años, que ha perdido a 18 seres queridos.

Las escenas de dolor se repetían en los pueblos del Atlas marroquí entre los escombros y el polvo extendido por las casas de adobe derrumbadas.

La provincia de Al-Hauz, donde se localizó el epicentro, es la más desolada con 1.293 muertes y pueblos enteros destruidos. El terremoto de magnitud 7 según el Centro Marroquí de Investigaciones Científicas y Técnicas (6,8 según el Servicio Sismológico de EEUU), es el más potente jamás medido en Marruecos.

La Cruz Roja Internacional advirtió de las necesidades futuras de Marruecos, en las «24 a 48 horas críticas», pero también «durante meses o quizá años».