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EL VALLE DE LA ESPERANZA

Tiempos de cambio en un polvorín humano


El actor de origen libanés y refugiado en el Estado francés Carlos Chahine ha debutado detrás de la cámara con esta crónica íntima escenificada en un contexto histórico crucial para el Líbano. En 1958, los musulmanes y drusos se levantaron en armas contra el gobierno presidido por Camille Chamoun, un mandatario pro-occidental. El país se transformó en un auténtico polvorín en el que la comunidad musulmana instó al gobierno a fusionarse con la República Árabe Unida y la comunidad cristiana maronita lo rechazó de plano porque para ellos podía significar su aniquilación. En este contexto, una familia cristiana, conformada por un matrimonio y sus tres hijas, busca refugio en un pequeño pueblo al que comienzn a llegar los ecos de Beirut.

DESPERTAR A LAS EMOCIONES

El director realiza un retrato de la comunidad cristiana mucho más severo, recordándonos que su educación era más estricta que la musulmana, la cual y de manera sugerida, se nos muestra oprimida. El contacto de la familia libanesa con otra francesa que se encuentra en el país sirve como excusa para presentar a las mujeres francesas como un modelo a seguir en términos de liberación sexual. En este sentido, la presencia de la actriz Nathalie Baye -excelente, al igual que el resto del reparto- adquiere una fuerte carga simbólica, siendo la encargada de influir en la protagonista. La calma que emana del paisaje en el que transcurre la historia constrasta con las emociones telúricas que comparten sus personajes. Por un lado, surge el despertar a la vida y las emociones y, por otro, la sensación incómoda que nos asalta cada vez que comprobamos que, a pesar de la necesidad, las cosas no van a cambiar.