Floren AOIZ
@elomendia
JOPUNTUA

Blanqueamientos y blanqueamientos

(Recomiendo leer estas líneas con “Rata de dos patas” de Paquita la del Barrio como banda sonora)

Veo en Twitter una referencia alucinante: algunos mandatarios se incomodaron y protestaron por la presencia de Pinochet ¡en el funeral de Francisco Franco! Corría el año 1975, finales de noviembre para más señas, habían pasado por tanto poco más de cuatro años del golpe de Estado liderado por el militar fascista chileno con la ayuda de Estados Unidos y la complicidad de muchos otros Estados, como está hace tiempo sobradamente documentado. A esas alturas, solo quien no quería saber podía alegar ignorancia ante los crímenes cometidos por Pinochet y sus secuaces, comenzando por la muerte del propio presidente electo, Salvador Allende. Que Pinochet era y fue siempre una rata inmunda era cosa sabida, sí, pero cabe preguntarse si en 1975 podía alguien desconocer los crímenes de Franco: ese mismo año se habían producido los fusilamientos que recordamos cada 27 de septiembre.

¿A qué viene entonces la incomodidad por la presencia de Pinochet de alguien que está dispuesto a participar en la despedida y el homenaje a Franco? Parece más lógico que alguien así aproveche la oportunidad de dar el último adiós a uno y apretar en vida la mano del otro con un solo viaje. ¿Qué hacía a Franco respetable y a Pinochet -todavía- impresentable en 1975?

Solo se me ocurre una explicación: el blanqueamiento. En esas fechas, era muy difícil blanquear a Pinochet, aunque lo harían más tarde, de hecho, siguen haciéndolo. Pero Franco moría en la cama dejándolo todo atado y bien atado de un modo que tranquilizaba a quienes se rasgaban las vestiduras por asistir al mismo funeral que Pinochet.

Puede parecer una simple demostración más de la hipocresía de ciertos Estados, pero también nos dice mucho sobre la transición que siguió a la muerte de ese dictador a quien se podía honrar, pero mejor sin el incómodo Pinochet.