Jorge GARAY ZABALA
KOLABORAZIOA

El toreo, ¿exótico a los vascos?

Se dice que la afición al toreo es de derechas, pero lo contradicen, pues fueron apologistas del toreo Pablo Ruiz Picasso, Federico García Lorca, Miguel Hernández, Indalecio Prieto, Rafael Alberti y los próximos a la izquierda abertzale José Bergamín y Alfonso Sastre, autor de la obra teatral “La cornada”, llevada al cine.

Se dice que el toreo es exótico a los vascos, veamos.

Francisco Romero Acevedo nació en Málaga en 1695. Fue a vivir de muy joven a Ronda. Fue el que tras una corta, pero eficaz carrera como ayudante de caballero, pensó en hacer toreo a pie, y actuar completamente independiente del jinete.

Fue cuando surgió el toreo a pie con cuadrillas organizadas, a principios del siglo XVIII. Las primeras cuadrillas organizadas del toreo a pie las formaron también toreros navarros por entonces, incluso antes que Francisco Romero. Según Ortega y Gasset, el primer torero a pie con cuadrilla estructurada y organizada fue el navarro Pascual Zaracondegui. Escribe Ortega: «El nombre del torero más antiguo que se conoce no ostenta fonética andaluza, sino que es ¡nada menos! Zarakondegui». (José Ortega y Gasset, “Notas de trabajo de la carpeta de Toros”, segunda parte, 1950).

En España, desde la más remota antigüedad, el toro bravo vivía en estado semisalvaje hasta el siglo XVII. El toro bravo actual es el resultado del trabajo de selección, en tientas y demás, ejecutado desde principios del siglo XVIII. De las castas Cabrera, Jijona, Navarra, Vazqueña y Vistahermosa del siglo XVII proceden las ganaderías bravas existentes en la actualidad. La casta navarra, sus antecedentes, se pierden también en la más remota antigüedad, aunque parece claro que provenía de las distintas vacadas que pastaban en las montañas o riberas del sur de Nabarra. Las ganaderías más famosas, ya en el siglo XVIII, fueron las de Guendulain en Tudela y la de Zalduendo en Caparroso, y posteriormente la de Carriquiri en Murillo de las Limas-Tudela y las de Pérez de Laborda, Alaiza y Lizaso en Tudela y Poyales en Corella.

El toreo es también algo muy vasco, como queda dicho. En Nabarra había toros bravos desde tiempos remotos. Y entre los primeros toreros a pie estaban los navarros. Torero destacado fue José Leguregui «el pamplonés», que según José Sánchez de Neira, en su “Gran Diccionario Taurómaco” (1896), era uno de los mejores toreros de mediados del siglo XVIII. El 3 de julio de 1749 inauguró la plaza de la Puerta de Alcalá, la primera plaza fija de fábrica que hubo en Madrid. Y no vamos a citar a los numerosos toreros vascos que han existido después. Solo Luis Mazzantini Eguía Vangucci Eguiño, de padre italiano, nacido en Elgoibar en 1856. Fue de los más notables de su tiempo. Actuó en 1.086 corridas inaugurando diez plazas.

Sabino Arana se equivocó en esto del toreo, al no ser aficionado y considerarlo exótico a los vascos. No fue perfecto, en algo se equivocó. Habría que decirle a Sabino que la tauromaquia, en origen, es tan vasca o más que el juego de la pelota.

Los sectores de EH Bildu que consideran el toreo exótico a los vascos también se equivocan. El difunto Jon Idigoras no estaba de acuerdo en esto. Era gran aficionado y toreó algunas becerradas. «para mí la fiesta de los toros siempre ha tenido enorme atractivo». (Jon Idigoras).

El jesuíta Manuel Garagorri Larramendi (Aita Larramendi) en su “Coreografía de la Provincia de Guipúzcoa”, escrita en 1754, dice: «es tan grande esta afición que si en el cielo se corrieran toros, los guipuzcoanos todos fueran santos para ir a verlos».

La fiesta taurina fue en otro tiempo la principal fiesta, diversión y espectáculo de los vascos. Aquellos tiempos de esplendor pasaron. Hoy el fútbol, aunque no sea genuino ni autóctono, es lo que impera para los vascos.