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EDITORIALA

Salir de la peligrosa dinámica privatizadora


Esta semana se ha sabido que los gobiernos de Iruñea y Gasteiz ahondarán en las derivaciones a la sanidad privada como medio para tratar de atajar las listas de espera. En Nafarroa, el plan se ha presentado de forma pública, incidiendo en que se priorizará que los empleados públicos dediquen horas extraordinarias dentro de la estructura pública. En la CAV, la transparencia sigue siendo una asignatura pendiente, y ha sido mediante informaciones de medios como GARA que se ha sabido que Osakidetza está derivando lotes de pacientes a la privada. Hay un abismo entre ambas formas de proceder, igual que lo hay entre las palabras del consejero navarro, Fernando Domínguez, que calificó de «históricas» las listas de espera, y la soberbia de Lakua.

En cualquier caso, el problema es común en ambos territorios. Se necesita una respuesta urgente, pero esta debe ir de la mano de una reflexión profunda sobre las derivas que han conducido a la actual situación. Porque no todo lo explica la pandemia. Urge acortar las listas de espera y atender a quien espera una intervención o una consulta. En el marco de un plan de choque extraordinario, resulta lógico aprovechar los recursos de la sanidad privada. Debería hacerse al precio que marquen las administraciones públicas y el interés común.

Pero este recurso, que debiera ser excepcional -y no lo es-, debe ir acompañado de una profunda enmienda a las políticas de los últimos años y de un plan a medio y largo plazo que garantice la viabilidad de la sanidad pública. Las lógicas privatizadoras, es decir, las dinámicas que debilitan un servicio público y favorecen la iniciativa privada, son peligrosas por su carácter de pendiente deslizante: si se devalúa el servicio público, la gente con más recursos acude a la privada cada vez en mayor número, ahondando la desigualdad social; si la privada se queda con la parte rentable, la pública se ve cada vez más como un gasto ineficiente y no como la inversión que realmente es. El espejo británico es demoledor. Osakidetza y Osasunbidea tienen todavía la base sobre la que recuperarse y volver a ser lo que fueron, pero requieren una acción política que se arremangue y apueste sin titubeos por ello.