Koldo LANDALUZE
JEANNE DU BARRY

Un superficial retrato versallesco

Una de las peores cosas que contiene este ampuloso retrato de época es que resulta tan superficial como la propia superficialidad versallesca que con tanto ahínco pretende criticar su directora y protagonista. Otro gran lastre que padece esta producción acartonada y sin brío narrativo se concreta en la intención de representar a Jeanne Du Barry como un icono anti-autoritario, progresista y lindante a un ideario protofeminista.

Sin embargo, lo que prevalece en la pantalla es simplemente una persona oportunista y dispuesta a no tener reparo alguno en mantener una modelo de vida lujoso, alejado del barro en el que se crió.

SIN EMPATÍA

Para colmo de males, en su empeño por justificar a la protagonista la trama parece poner en muy buen lugar a su amante, el monarca Luis XV; un personaje gris y corrupto que llevó a su pueblo a la ruina y que veía a las mujeres como meros floreros ornamentales de su fastuosa residencia.

Tampoco se entiende muy bien el empeño de narrarnos toda la existencia de la protagonista, ya que, al final, todo se concreta en su estancia en Versalles como favorita del rey, escenario barroco por el que discurre el romance entre ambos; una relación carente de pasión, romanticismo o algo que denote cierta emoción. Buena culpa de ello la tiene un Johnny Depp con gesto inmutable, ajeno a todo lo que le rodea y mostrando su distancia, tanto hacia su personaje como al que encarna su compañera de reparto. En un intento por dotar de cierto empaque al filme y a falta de una narrativa vibrante, Maïwenn se dedica a llevarnos de paseo por paisajes hermosos e interiores lujosos. Nada que ver con lo que hizo Sofia Coppola en “María Antonieta” y Marie Kreutzer en “La emperatriz rebelde”, por ejemplo.