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LA VOZ DEL SOL

Una ruta demasiado luminosa en un paisaje gris


La estadounidense Carol Polakoff debuta en la dirección con esta adaptación del libro autobiográfico de Alan Jolis, cuyas vivencias personales se reflejan en el personaje coprotagonista, el chaval que acompaña a una pareja de exiliados que trabajan como empleados en la residencia del embajador de Estados Unidos en París. A Carmen Machi y Karra Elejalde les ha correspondido meterse en la piel de estos personajes cuya vida cambia por completo cuando a ella le es diagnosticada una enfermedad terminal. Ambos deciden cruzar la frontera para despedirse de su antiguo hogar y, en el caso de ella, hacer las paces con su hermana, a la que no ve desde hace mucho tiempo. En este retorno, deciden llevarse con ellos al hijo de sus patrones, un adolescente al que han criado como si fuese su propio hijo y que quieren que conozca su lugar de origen.

SIN INTENSIDAD

El guion -firmado por Natxo López, la directora y el estadounidense John Milarky- ha evitado incluir los estereotipos relativos a los extranjeros en tierra extraña que salpimentaban el original literario y han optado por una narrativa reconocible en los tiempos actuales. A lo largo de esta ruta, que se torna en iniciática para el trío protagonista, topamos con episodios escenificados en una Iruñea de los años 60, en plenos sanfermines, y en diversos rincones de Nafarroa. La dirección resulta demasiado encorsetada, siempre pendiente de subrayar los momentos más delicados e íntimos y delegando toda la fuerza dramática en la personalidad de dos excelentes intérpretes como son Machi y Elejalde.

“La voz del sol” es una obra estimable en sus intenciones, pero hubiera sido merecedora de una dirección más valiente.