Anjel ORDOÑEZ
Periodista
JOPUNTUA

Txapelena

Txapelena Baserria fue la semana pasada, de nuevo, el epicentro de la voluntad unánime del pueblo de Usansolo, con la renovación de su Comisión Gestora. Y, también de nuevo, fue lamentable ejemplo de la subordinación de las instituciones vascas al diseño territorial que emana de la legalidad española.

La segregación de Usansolo, su separación administrativa con respecto a Galdakao, no solo es el deseo de la población de este núcleo expresada de forma inequívoca mediante referéndum, sino que además cuenta con el apoyo y colaboración del propio Ayuntamiento de Galdakao y el respaldo mayoritario de las Juntas Generales del territorio. Cumple, a rajatabla, lo establecido en la Norma Foral de Demarcaciones Territoriales de Bizkaia y está avalado por diversos y contrastados estudios externos e informes institucionales que sostienen la plena viabilidad socioeconómica de la constitución de Usansolo como municipio 113 del herrialde. Lo tiene todo a favor.

¿Todo? No. Le faltan algo menos de 500 habitantes para cumplir con la legalidad española. Porque a la Ley de Bases de Régimen Local del Estado le parecen pocas las 4.520 almas que reclaman desde hace décadas que se haga realidad institucional una reivindicación que ha ido superando obstáculos año tras año.

Le faltó tiempo a la Abogacía del Estado para recurrir la segregación de Usansolo y, de paso, para cuestionar la norma foral que avala el proceso. Le faltó tiempo para dejar muy claro que las leyes de Madrid están por encima de las que aprueban los representantes de los vascos. No sea que se nos olvide: las competencias de las Juntas de Gernika se limitan a «regular y tramitar procedimientos», solamente el Estado español es competente para «definir los requisitos de fondo».

De eso se trata. Del fondo. Un fondo que no es otro que seguir trabajando para revertir la subordinación, para lograr que las decisiones de los ciudadanos vascos sean plenas de derecho y no estén tuteladas ni desde Madrid ni desde ningún otro sitio. La semana pasada, en Txapelena, se dio otro gran paso en esa dirección.