KEPA ARBIZU

The Rolling Stones, diamantes en bruto

El nuevo disco de la mítica formación británica The Rolling Stones que sale hoy a la venta, titulado ‘‘Hackney Diamonds’’ (Universal Music, 2023) y editado tras más de quince años sin entregarnos contenido inédito, sorprende por su carácter impetuoso pero destaca especialmente por aquellas piezas que se desenvuelven entre ritmos de diversa intensidad y procedencia.

Los Rolling Stones, en 2007 en Donostia, en el marco de su gira mundial «A Bigger Bang».
Los Rolling Stones, en 2007 en Donostia, en el marco de su gira mundial «A Bigger Bang». (Imanol OTEGI | FOKU)

El nacimiento del rock and roll no sólo significó la plasmación en un género musical de esa condición natural que esgrime la juventud a la hora de subvertir las normas de generaciones anteriores, sino que también se convirtió en un glorioso armazón artístico que agitaba bajo sus propias normas las influencias afroamericanas recibidas.

Tanto es así que su narrativa se dedicó a invertir dogmas y estereotipos morales, guardando bajo llave las estampitas de Santos y tendiendo puentes con la figura simbólica del Diablo. Y si un grupo expresó, por lo menos de cara al exterior, su simpatía luciferina envuelta en la mejor banda sonora, esos fueron los Stones. Una veneración que si después de sesenta años de existencia parece quedar ya muy lejos, no ha significado su renuncia ni a los estudios de grabación ni a los grandes estadios.

LA RABIA Y LA FURIA

Cualquier lanzamiento del grupo encabezado todavía por la icónica bicefalia de Mick Jagger y Keith Richards no se circunscribe al contexto meramente musical, cada una de sus sucesivas reencarnaciones son tomadas como un evento comercial, y social, de primer orden, no obstante se tratan de episodios destinados a acumularse bajo un nombre que es parte de la historia contemporánea.

Una descomunal, y merecida, expectación que no siempre, y menos en los últimos años, ha venido aparejada de una trascendencia creativa que para encontrarla habría que retroceder un buen número de páginas en el calendario. Por ello, que tras más de tres lustros sin ofrecer un repertorio inédito, tras su inofensivo ‘‘A Bigger Bang’’ (2005), nos enfrentemos a un trabajo expedido por su firma merece ser tomado con todas las suspicacias imaginables y un precavido acercamiento que, sorprendentemente en esta ocasión, ha sido recibido con un álbum insuflado de un espíritu arrebatado y furioso.

No cabe duda que lo más llamativo de estos doce temas, teniendo en cuenta sus antecedentes poco halagüeños y el inesperado deceso de su miembro más elegante, Charlie Watts, resulta ese registro airado del que hacen gala a la hora de buscar soliviantar los instintos del oyente. Dando por aceptado que ese aspecto es el más destacable, y digno de alabar en cuanto al instinto más carnal que desprende la voz de un Jagger especialmente vitalista y la flamígera naturaleza de las guitarras de Richards y Wood, no significa que recaigan sobre él las mayores virtudes -aunque tampoco esté exento de ellas- atesoradas por este trabajo.

Porque si totalmente identificativos son los cortantes riffs que delimitan la introductoria ‘‘Angry’’, no es menos cierto que prioriza por encima de esa naturaleza primitiva una formulación que parece más preocupada por ser pasto de estribillos fácilmente digeribles que por perseguir la emoción.

Un déficit especialmente aplicado a tonadas como ‘‘Whole Wide World’’ o ‘‘Mess It Up’’, esta algo más reivindicable por su ejercicio de elasticidad funky, que en su afán por demostrar su capacidad de adaptación al medio contemporáneo, tarea en la que mucho tiene que ver el productor elegido, Andrew Watt, naufragan en un paisaje difícilmente asumible.

Al contrario va a suceder con otras composiciones que asimilan con sobrada destreza ese cariz más orgánico y deslenguado, incendiarias aspiraciones que tienen sus mejores ejemplos en la urgente y poseedora de una pegada eficaz, ‘‘Live by the Sword’’, a la que hay que sumar el apunte emotivo al participar en ella la vieja guardia conformada por el retirado Bill Wyman y el finado baterista, o la invocación -a la que acude Paul McCartney al bajo- al protopunk de los Stooges efectuada en ‘‘Bite My Head Off’’.

DIAMANTES DE NOSTALGIA

Paradójicamente es alejadas del mundanal ruido donde se instalan algunas de las piezas que contienen un mayor interés y entre las que se filtra la identidad más genuina de la banda. Una labor a la que son emplazados dos medios tiempos, relegando al más prescindible ‘‘Tell Me Straight’’, interpretado por Keith Richards, que saben jugar perfectamente la baza de la melancolía sin atisbo alguno de empalago, como demuestra la épica esquiva a cualquier ampulosidad de ‘‘Depending On You’’ o una imponente y vigorosa ‘‘Get Close’’, con la testimonial presencia en los teclados de Elton John.

En ese radio de acción apartado de la crudeza y el combate guitarrero sobresalen especialmente el aroma campestre, heredado de su idolatrado Gram Parsons, que tan inequívocamente ha marcado algunas de sus grandes obras y todavía ahora capaz de dejar su aroma en ‘‘Dreamy Skies’’ o sobre todo un ‘‘Sweet Sounds of Heaven’’, al que son invitados Lady Gaga y Stevie Wonder, que funciona como apoteósica celebración a ritmo de gospel.

Incluso en el tema final, aquel viejo blues de Muddy Waters, ‘‘Rolling Stone Blues’’, que sirvió como bautizo de su carrera, su interpretación despojada de todo acompañamiento superfluo para arraigarse en la tradición más pura podría señalar simbólicamente a una vuelta a los orígenes con la que finalizar una trayectoria, por otro lado, sometida a la constante negativa de sus autores por concluir.

‘‘Hackney Diamonds’’ no es un disco que vaya a hacer historia, una asignatura que la banda ya ha saldado con matrícula hace unas cuantas décadas, ni por supuesto desbancará de sus lugares de privilegio a su obras más emblemáticas, pero eso es algo que nadie estaba esperando.

Sus retos actuales, y con esta publicación los validan con una solvencia inesperada, pasan por realizar trabajos disfrutables y dignos. Una meta alcanzada y elevada su apuesta hasta entregarnos algunos momentos de verdadera calidad, todo rodeado por una elogiable determinación por trasgredir la lógica que señala al paso del tiempo como un elemento apaciguador. Los Stones siguen vivos, y lo más importante, continúan en pie y capacitados para sacar su burlona lengua y convencernos de que el rock and roll sigue siendo su único idioma.