EDITORIALA

Solidaridad, comprensión y estrategias para parar el genocidio y acercar la paz y la justicia

Ayer Euskal Herria se sumó al coro mundial de la opinión pública que denuncia el genocidio y los crímenes de guerra en Gaza, muestra su solidaridad con Palestina y demanda una solución negociada al conflicto. Esa voz de las sociedades de todo el mundo en favor de la paz y la justicia contrasta con la postura oficial de sus representantes, que están respaldando la guerra y mirando para otro lado mientras se violan incluso las normas internacionales que deben regir un enfrentamiento armado.

Había cuatro demandas básicas en la manifestación de ayer: «Un alto el fuego; que cese al asedio y la amenaza que pesa sobre la Franja de Gaza y el conjunto de los territorios palestinos y se permitan corredores humanitarios seguros; buscar una solución pacífica y negociada basada en el Derecho Internacional; y poner en marcha un proceso de diálogo que busque un escenario de paz justa, estable y duradera, garantizando el fin de la ocupación y del derecho del pueblo palestino a la autodeterminación».

La cuestión humanitaria es vital en estos momentos. La apertura de ayer del paso de Rafah es ridícula y cruel. A los bombardeos se suma el hambre, la sed y la falta de medios sanitarios. En el sitio de Gaza han muerto más de 4.000 personas, la mayoría menores y no combatientes, muchos en hospitales y escuelas.

Dado el nuevo consenso sobre que el régimen israelí ha degenerado en un sistema de apartheid, algo que denuncian los principales organismos de derechos humanos, la estrategia del boicot y las sanciones va ganando peso. Esas medidas retrotraen a las exitosas campañas contra el Apartheid sudafricano. Aunque en Euskal Herria el comercio con Israel es pequeño, el boicot establece un estándar ético y una estrategia que debe buscar la eficacia política en Palestina, no la superioridad moral en Europa.

Un ciudadano vasco, Iván Illarramendi, se encuentra entre los civiles que Hamas tiene como rehenes desde el 7 de Octubre. Una gran mayoría de la sociedad vasca desea que sea liberado cuanto antes. El viernes mismo, tras la gira de Joe Biden, Hamas liberaba a dos ciudadanas norteamericanas como «gesto humanitario» dirigido al «pueblo estadounidense». Es una «guerra», pero la política sigue operativa.

Por supuesto, en esa ecuación no se deben olvidar los miles de ciudadanos palestinos, muchos de ellos menores, presos bajo leyes de excepción y en condiciones contrarias a los derechos humanos. Apartheid significa que están presos por ser palestinos.

LA IGNORANCIA Y LA DESIDIA NO SON OPCIONES

Tanto las consecuencias que tendrá en el judaísmo y en el sionismo el shock del 7-O como las que tendrán en el mundo árabe el sitio de Gaza deben ser tenidos en cuenta. La pensadora feminista Judit Butler, escribía esta semana que «para aquellos cuya posición moral se limita a la condena, comprender la situación no es el objetivo. Puede decirse que este tipo de indignación moral es tanto antiintelectual como presentista». No intentar comprender no es una buena opción. No vale resignarse y desentenderse. Despojar de responsabilidades a los agentes no es aceptable.

En «Los alcances del duelo» -traducido por la revista “Nueva Sociedad”-, Butler condena repetidas veces las acciones de Hamas. Eso no le lleva a renunciar a contextualizar, no evita la palabra «apartheid» ni se abstiene de denunciar el racismo colonial, a la vez que defiende la autodeterminación palestina.

Su apuesta por la no violencia resulta ingenua -Butler lo admite-, pero la pregunta que justifica sus posiciones es pertinente: ¿cuáles son las alternativas al curso actual de los acontecimientos? Las demandas de la manifestación de ayer contienen los principios mínimos para, en este momento histórico, hacer frente al genocidio israelí, salvar vidas y ofrecer al pueblo palestino un futuro de libertad y justicia.