EDITORIALA

Balance terrible de 16 años de bloqueo y asedio

La historia del conflicto palestino es larga, pero en lo que a Gaza se refiere, cabe fijar el inicio del ciclo actual en la retirada de los colonos israelíes decretada por Ariel Sharon en 2005. Un año después, Hamas ganó las elecciones democráticas. Desde entonces, el férreo bloqueo, el constante asedio y las periódicas ofensivas militares de Tel Aviv en el territorio han hecho retroceder gravemente todos los indicadores socioeconómicos de Gaza. Cada vez son más, cada vez son más pobres y cada vez tienen menos expectativas.

El informe publicado ayer por la Conferencia de la ONU sobre Comercio y Desarrollo es demoledor. En 16 años, la población ha pasado de 1,3 a 2,1 millones, la renta real per cápita ha bajado de 1.994 dólares a 1.257, el desempleo ha crecido del 34,8% al 45,3% y la tasa de pobreza se ha disparado desde el 39% al 65%. En tiempos acelerados de redes sociales y «fake news», una de las grandes responsabilidades de los medios de comunicación ante escaladas bélicas como la actual es ofrecer contexto que ayude a entender causas y motivos. En este sentido, el contenido del informe de la Unctad resulta una aportación de gran valía, pues pone cifras al castigo material diario al que Israel lleva años sometiendo a Palestina. En este sentido, las palabras de Ami Ayalon, todo un exjefe del servicio secreto interior israelí, el Shin Bet, resuenan con fuerza: «Tendremos seguridad cuando ellos tengan esperanza».

Siguiendo este hilo, la primera esperanza que deberían recuperar los gazatíes es sencillamente la de vivir. Para ello se impone de forma perentoria un alto el fuego que deje margen al esfuerzo diplomático más básico. Quizá no esté de más recordar que son miles las vidas que están en juego de forma inmediata. Acabar con la masacre es la prioridad, tras lo que debe abrirse paso una negociación que dé respuesta al conflicto de fondo. Evidentemente, un Gobierno israelí que para «darle una lección» a la ONU ayer vetó el visado a su subsecretario de Asuntos Humanitarios, Martin Griffiths, no contempla otro escenario que no sea el genocidio y la impunidad. En esa lógica bélica, víctimista y criminal, está quemando todas las naves. Antes o después, lo lamentará.