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Turquía castiga a los kurdos de Rojava por un atentado del PKK

El sonido de las bombas ha llevado a la gente a esconderse en sótanos y refugios. Aquí, en el Kurdistán occidental, mucha gente tiene miedo de ver las mismas escenas que se vivieron durante la invasión turca de Afrin en 2018 y de Serekaniye al año siguiente. Los habitantes del norte y este de Siria están cansados de la inestabilidad causada por Turquía, pero al mismo tiempo quieren resistir y vengarse de quienes mataron a sus hijos y se apoderaron de una tierra que no les pertenece.

Ataque de aviones de guerra turcos en el hospital de Gire Vira, en la región de Derik. (YPJ - Information Documentation Center)

Orhan Qereman es un joven fotoperiodista kurdo que documenta de cerca la vida de quienes viven en los territorios del norte y el este de Siria; especialmente cuando la vida cotidiana se ve perturbada por las incursiones lanzadas por el Estado turco en territorio sirio de mayoría kurda. «En la última operación militar de Turquía se destruyeron 172 infraestructuras, de las cuales solo 26 eran militares», relata Qereman. «En esos días nuestro trabajo fue realmente complicado, porque los bombardeos caían indiscriminadamente. La noche del bombardeo que alcanzó la Academia de Seguridad Interna matando a 29 Asaysh (fuerzas de seguridad interna de la región autónoma del norte y este de Siria), las mezquitas llamaron a la población a donar sangre», recuerda el fotoperiodista. «Los hospitales de la zona de Derik, en el este de Siria, estaban llenos de gente debido al elevado número de heridos», continúa Orhan. «Entonces nos enteramos de que Turquía había tomado como objetivo las estaciones petrolíferas situadas justo en la frontera y fuimos a documentar lo que estaba ocurriendo. Nos acompañaba el terror: en cualquier momento podía haber una explosión».

El 5 de octubre, Turquía lanzó otra operación militar dirigida contra los territorios del norte de Siria y el Kurdistán iraquí. El ataque militar -llevado a cabo utilizando drones y artillería pesada- continuó durante cuatro días sin interrupción. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, declaró el lunes, 9 de octubre, «terminada la primera fase» de una operación que previsiblemente tendrá una segunda fase. «Durante días, Turquía bombardeó intensamente infraestructuras civiles, como hospitales y pozos de petróleo, instalaciones eléctricas y de bombeo de agua. Kobane, una ciudad simbólica de la resistencia kurda contra el Estado Islámico, también fue golpeada».

LAS YPJ/YPG

Rozarin Tolhildan tiene 23 años y es una de las combatientes de las YPJ (Unidades de Protección de las Mujeres), milicia que forma parte de las SDF (Fuerzas Democráticas Sirias), que defienden los territorios gobernados por la Aanes ( Administración Autónoma del Norte y Este de Siria): región basada en los principios del Confederalismo Democrático. «Turquía quiere difundir la creencia de que las YPJ/YPG (Unidades de Protección Popular) son terroristas, pero nosotros no hacemos otra cosa que defender nuestro territorio y a nuestra gente. Luchamos contra el Estado Islámico y queremos crear un lugar seguro para todas las diferentes culturas que viven en el norte y el este de Siria, para que todos puedan convivir en paz», afirma Tolhildan. El 1 de octubre, dos hombres, que murieron más tarde, colocaron una bomba cerca de las oficinas del Ministerio del Interior en Ankara. El ministro de Asuntos Exteriores, Hakan Fidan, declaró poco después que la acción había sido llevada a cabo por «un terrorista suicida entrenado en Siria». Esto bastó para que el Estado turco volviera a golpear las regiones de mayoría kurda de Siria e Irak, que Erdoğan considera campos de entrenamiento militar del PKK (Partido de los trabajadores de Kurdistan, considerado terrorista por la UE, Turquía y USA).

Mazloum Abdi, comandante de las SDF, negó cualquier implicación en la acción contra el Gobierno turco. «No tenemos nada que ver con el conflicto interno de Turquía y no alentamos una escalada de violencia», declaró Abdi.

«Turquía busca pretextos para legitimar sus continuos ataques en nuestra región y lanzar una nueva agresión que nos preocupa profundamente», reiteró el comandante. «Erdogan quiere expulsar a la población kurda de su tierra, pero aquí no solo viven kurdos. Hay circasianos, siriacos, asirios, armenios; todos juntos, con nuestros vecinos árabes, hemos creado un sistema democrático que Turquía ve como una amenaza», le hizo eco Rozarin Tolhildan.

Desde 2016, el Gobierno turco ha atacado los territorios de la Aanes con cuatro grandes operaciones militares y ha llevado a cabo constantes bombardeos en la zona a lo largo de los años.

«Turquía invadió violentamente el cantón de Afrin (2018) y las localidades de Serekaniye y Gire Spi (2019) con las respectivas operaciones “Rama de Olivo” y “Fuente de Paz”. Esos territorios son ahora un paraíso para los mercenarios islamistas, que viven allí con sus familias con el apoyo de Erdogan», recuerda Tolhildan.

En los territorios ocupados por Turquía y las facciones yihadistas «la población local se ha visto obligada a abandonar sus hogares», prosigue el comba- tiente. Según fuentes locales, «los que se han quedado atrás sufren a diario graves violaciones de los derechos humanos mientras el Estado turco ha iniciado un proceso de “turquización”, que para borrar la cultura del pueblo originario impide también el uso de la lengua kurda». De hecho, el objetivo del Estado turco es crear una «zona tampón» de 650 kilómetros de largo y 30 kilómetros de ancho a la que trasladar a los refugiados sirios.

«Desde esos territorios estamos recibiendo fuertes ataques de artillería. Esta es la razón por la que las SDF ejercieron su derecho a la autodefensa atacando las posiciones militares de las fuerzas de ocupación», añade Tolhildan.

En las semanas previas al ataque de Ankara, se produjo una escalada de violencia por parte del Ejecutivo turco contra miembros políticos y militares de Aanes. A mediados de septiembre, un dron atacó el coche en el que viajaban la comandante del YPJ Servin Serdar y dos combatientes.

«Nuestra comandante se encontraba lejos de los lugares de combate activos. Desde el año pasado, Turquía ha estado matando a mujeres que desempeñaron un papel importante en la lucha contra el ISIS, y luego tuvieron papeles prominentes en el sistema democrático», dice la combatiente. Yusra Darwish y su vice Lyman Shiweish -políticas de la Aanes- fueron asesinadas junto a su chófer el 20 de julio de este año. Ellas tampoco luchaban», recuerda Tolhildan. «Quiero que la gente entienda cómo Turquía asesina a políticos sin sufrir ninguna consecuencia penal. Ankara puede hacer lo que quiera en este territorio: siempre quedará completamente impune», añade la combatiente. «Quiero también decir a todas las personas del mundo, y especialmente a las mujeres, que esta es una guerra contra las personas. No os dejéis cegar por las mentiras de Turquía, que quiere convertir a todo un pueblo en terrorista. Queremos vivir en paz y con dignidad. Os pedimos una vez más: ayudadnos a levantarnos contra la agresión turca», concluye Tolhildan.

ATAQUE A LOS DESPLAZADOS

Durante los últimos ataques, Turquía también ha golpeado el campamento de Washokani, que acoge a personas que huyeron de Serekaniye, ciudad ocupada por el Estado turco y las milicias sirias apoyadas por Ankara en 2019. El ataque obligó a algunas ONG que operan en el campamento a retirarse y cesar sus actividades allí. Xelat Xelil, residente del campamento, cree que los ataques turcos tienen como objetivo atentar contra la seguridad y la resistencia de los desplazados.

«Durante cuatro años nos hemos enfrentado a muchas dificultades, permanecemos aquí para poder regresar algún día a nuestra patria», afirma Xelil. «El Estado turco pretende desplazarnos de nuevo atacando el campamento. No tenemos miedo de los ataques; hemos decidido resistir y resistiremos hasta el final». En el campamento de Washokami también se encuentra uno de los 45 centros de salud dañados por la destrucción de las infraestructuras civiles. Sin cobertura eléctrica las 24 horas del día, las instalaciones sanitarias corren el riesgo de derrumbarse.

Por otra parte, el terremoto del 6 de febrero de 2023, que también afectó a algunos de los territorios de la Aanes, agravó una situación ya de por sí muy difícil. De hecho, el seísmo se produjo poco después de la última operación militar turca denominada “Garra Espada” -lanzada en noviembre de 2022-, que provocó la destrucción de acueductos y hospitales.

«En la Aanes hay miles de desplazados internos y refugiados, y la situación del agua es desastrosa. Las actividades del Estado Islámico no acaban de terminar, no hay perspectivas de futuro para esta población. -reza un comunicado de la Media Luna Roja Kurda- El Estado turco se aprovecha de la distracción de los medios de comunicación, centrados mas bien en cubrir el conflicto palestino-israelí. El uso de las fuentes de agua como arma de guerra y la epidemia de cólera demuestran que esta zona sigue en situación de emergencia».