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António Costa dimite tras ser incluido en una investigación por corrupción

Unas concesiones para la explotación de litio en unas minas de Portugal y proyectos relacionados con el hidrógeno verde para crear energía limpia provocaron la caída ayer del primer ministro de Portugal, António Costa, que se ha visto implicado en un caso de corrupción y de tráfico de influencias. Asegura no haber cometido acto ilícito alguno.

Costa se marcha tras dirigirse a la nación en la sede de la Asamblea. (Patricia DE MELO MOREIRA | AFP)

António Costa presentó ayer su dimisión como primer ministro de Portugal, después de que la Fiscalía le incluyera en una investigación por presuntos delitos de prevaricación y corrupción, al señalar que la dignidad del cargo es incompatible con la apertura de una investigación, aunque insistió en que no ha cometido ningún acto ilícito.

El Ministerio Público investiga al socialista Costa y a varios miembros de su equipo por presuntos delitos de prevaricación, corrupción activa y pasiva, y tráfico de influencias, por un caso vinculado con negocios de litio e hidrógeno. En concreto, se centra en las concesiones de explotación de litio en las minas de Romano y Barroso, en el norte del país, además de un proyecto de una central de producción de energía a partir de hidrógeno y otro para la construcción de un centro de datos, ambos en la localidad de Sines.

Ayer informó en un comunicado del registro de más de 40 lugares -incluyendo los Ministerios de Medio Ambiente e Infraestructuras y varias oficinas del Palacio del Sao Bento, sede de la Asamblea- y de la emisión de varias órdenes de detención -entre ellas la del jefe de Gabinete de Costa, Vítor Escária, y el alcalde de Sines, el también socialista Nuno Mascarenhas-. Además, han sido declarados «arguidos» (sospechosos formales, una figura previa a la acusación) el ministro de Infraestructuras, João Galamba, y el presidente del Consejo Directivo de la Agencia Portuguesa del Ambiente.

La Fiscalía registró espacios utilizados por Escária y apuntó que varios sospechosos han hablado de la implicación de Costa por «desbloquear procedimientos».

«Fui hoy -por ayer- sorprendido de que ya se ha instaurado contra mí una causa criminal, obviamente estoy totalmente disponible para colaborar con la Justicia en todo lo que entienda necesario para apurar toda la verdad, sea de la materia que sea», dijo Costa antes de anunciar que había presentado su dimisión al presidente, Marcelo Rebelo de Sousa, que la aceptó.

«Quiero decir, y miro a los ojos a los portugueses, que no me pesa en la conciencia la práctica de cualquier acto ilícito o ni siquiera acto censurable», apuntó el socialista Costa, quien consideró que debe dimitir porque «la dignidad de funciones de primer ministro» no es compatible con la «sospecha de la práctica de cualquier acto criminal».

Los próximos pasos los decidirá Rebelo de Sousa, quien puede disolver la Asamblea de la República y convocar elecciones. Hoy ha citado a los partidos políticos y mañana al Consejo de Estado.

La oposición de derecha y ultraderecha portuguesa celebró ayer la dimisión de Costa y pidió la convocatoria de elecciones anticipadas.

Por su parte, el secretario general del Partido Comunista, Paulo Raimundo, se mostró contrario a estas demandas de acudir a las urnas de forma anticipada y afirmó que lo que los portugueses necesitan «son soluciones y no elecciones».



Cae el socialista de los «imposibles»

António Costa, el socialista de los «imposibles» que logró dar la vuelta a una derrota electoral con un inédito pacto de izquierdas y alcanzó la mayoría absoluta cuando nadie la esperaba, puso fin ayer a casi ocho años -los cumplía el 25 de noviembre-como primer ministro cuando se encaminaba a convertirse en el jefe de Gobierno más longevo de la democracia lusa si cumplía su mandato hasta 2026.

Costa, calificado a menudo como «incombustible» y con el que no pudieron sus rivales políticos, ha tenido una larga carrera política desde que, tras estudiar Derecho y estrenarse como abogado en el despacho del expresidente Jorge Sampaio, fue apadrinado por los grandes del socialismo portugués, como António Guterres y Mário Soares.

Fue ministro con Guterres y con José Sócrates, pero su gran momento llegó en 2007, cuando recuperó el Ayuntamiento de Lisboa para los socialistas. Para lograrlo, tuvo que echar mano de sus buenas dotes de negociador y pactar con la izquierda, en una premonición de lo que conseguiría años después para ponerse el frente del Gobierno de Portugal.

En 2015, pese a quedar segundo en las elecciones, cerró un inédito pacto con el Bloco de Esquerda y los comunistas. Esa «», como se conoció a la alianza, le permitió aguantar los cuatro años de la legislatura. En 2019, llegó el divorcio. Costa mejoró su resultado en las urnas y, pese a no tener mayoría absoluta, decidió prescindir de sus socios y gobernar en solitario. La solución funcionó medio mandato, hasta que no consiguió sacar adelante los Presupuestos para 2022 y se convocaron nuevas elecciones.

De forma inesperada, alcanzó una mayoría absoluta histórica que le auguraba tranquilidad, pero, contra pronóstico, su último mandato ha estado marcado por más de una docena de dimisiones, muchas de ellas envueltas en escándalos e incluso procesos judiciales.P. FDEZ. (Efe)