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CUMBRE SINO-ESTADOUNIDENSE

«Hospitalidad» de Biden, cinismo de Xi y un problema común

El presidente estadounidense ha vuelto a hacer gala de su falta de hospitalidad y sentido de la inoportunidad al acusar a la China del «dictador» Xi de tener «problemas reales». El líder chino asegura que el país que lidera con mano de hierro no tiene ambición hegemónica alguna. Uno y otro evidencian, con desplantes y cinismo, la pugna entre EEUU y China por la supremacía mundial.

(Brendan SMIALOWSKI | AFP)

Pese a su experimentada edad, Joe Biden debe haber olvidado lasmás mínimas normas de hospitalidad. Horas antes de recibir a Xi Jinping, el inquilino de la Casa Blanca afirmaba que China tiene «problemas reales». Tras el encuentro, y a preguntas de un periodista, como hiciera en junio, respondió que el presidente chino es un «dictador».

No seré yo quien niegue que el gigante asiático afronta problemas importantes, pero oírlo de boca del líder de unos EEUU en declive imperial, absolutamente polarizados y cuyo electorado afronta en un año la disyuntiva de ratificar a un presidente que, si gana, culminará su segundo mandato con 85 años; o a un empresario corrupto y sin escrúpulos que comanda la ofensiva de la nueva ultraderecha en el mundo, suena a chiste. Tampoco entraré a debatir sobre la matización que intentó Biden al añadir que «es un dictador en el sentido de que dirige un país comunista, que se basa en una forma de gobierno totalmente distinta a la nuestra».

Doctores tiene la iglesia, que llevan además decenios analizando las virtualidades del llamado «socialismo real», desde la Revolución de Octubre y la «dictadura del proletariado» de Lenin, pasando por la deriva de Stalin y llegando al colapso de la URSS y sus países satélites.

Qué no decir del debate sobre el carácter, comunista o capitalista de Estado, de China desde la apertura de los 80. Más desde la llegada al poder hace diez años de Xi Jinping, quien ha restaurado el culto al líder abandonado tras la muerte de Mao y no oculta su intención de perpetuarse en el cargo tras haber dinamitado la alternancia y el reparto de cargos entre los sectores del partido (PCCh), el liberal-autoritario y el socialdemócrata.

Pero nada de eso, ni siquiera el imperio del «partido dirigente único» en China, justifica el desplante de uno de los líderes mundiales al otro. En un momento, además, crítico en la arena internacional, con la guerra rusa en Ucrania, la guerra israelí en Gaza y África a punto de estallar. En el contexto de una emergencia climática sin precedentes.

Tiene razón China al tildar las palabras de Biden de «irresponsables».

PERO HACE TIEMPO QUE NOS CAÍMOS DEL GUINDO.

A EEUU, sea a Trump o a Biden, se la trae al pairo el régimen imperante en Pekín. Lo que le preocupa es la pugna por la hegemonía mundial. Y en esa pugna no tiene empacho en urgir a China que le ayude a resolver el problema, de vuelta, que Rusia le ha creado en Ucrania, y el problema que el alineamiento de Washington con Israel ha provocado el desastre en Gaza.

De la misma forma que no cuelan las promesas grandilocuentes de Xi de que «nunca buscaremos la hegemonía y la expansión (...) China no busca esferas de influencia, ni librará guerra fría o caliente a ningún país». Que se lo digan a sus vecinos del mar de China Oriental, dejando incluso a un lado Taiwán, el Tíbet y Turquestán Oriental.

Dijo el líder chino que «el planeta es suficientemente grande para que nuestros dos países prosperen». Mentira cortés e interesada de invitado. Quizás sea que lo que China necesita es una tregua cuando no termina de recuperar ritmo económico tras la pandemia.

China tiene problemas. EEUU los tiene. Pero el principal que comparten es que ninguno de ellos quiere que el otro impere en el mundo.