Beñat ZALDUA

PNV y Junts, la reconciliación

Tras el distanciamiento durante el Procés, culminado en ruptura a finales de 2017, PNV y Junts han hecho las paces. Ortuzar viajó a Waterloo en septiembre y ayer Turull visitó Sabin Etxea. La participación de ambos en la mayoría de la investidura de Pedro Sánchez, donde pueden hacer de freno a iniciativas más decididas en ámbitos sociales y, sobre todo, económicos, ha sido la pista de aterrizaje.

(Aritz LOIOLA | FOKU)

Un poco de hemeroteca televisiva. Los guiñoles de Arzalluz y Pujol comparten habitación como hermanos. El vasco ronca, mientras el catalán coge un teléfono móvil prehistórico. Estamos en 1996. «Sí, Jose Mari, oye mira, es que estoy pidiendo demasiado, me lo he pensado, mejor dáselo todo a los catalanes». Es Aznar quien contesta al otro lado: «¿Pero usted quién es?». «Pues Arzalluz», contesta Pujol con su sempiterna tos.

[PNV y CiU hicieron presidente a Aznar. Dado que el 25% de la población actual de la CAV no había nacido, no está de más recordarlo].

Hermanos que colaboran, compiten, se enfadan y se reconcilian. La relación entre los dos principales espacios conservadores de Euskal Herria y Catalunya nunca ha sido fácil, pero jamás ha pasado un bache como el de los últimos años. El Procés y, sobre todo, el giro de Convergència al independentismo despertó recelos evidentes en Sabin Etxea y, especialmente, en Iñigo Urkullu.

El 11 de septiembre de 2015, frente a la estatua de Casanova, Andoni Ortuzar explicaba que el divorcio de CiU era para ellos casi como tener que elegir en medio de una ruptura familiar. Pero claro que eligieron. Ortuzar dejó de ir a las Diadas y la descafeinada representación jeltzale acompañó en la tradicional ofrenda al PDeCat, residual y recientemente disuelto partido que trató en vano de volver al carril autonomista. ¿Alguien se acuerda de Marta Pascal?

El momento cumbre del desencuentro llegó tras el otoño de 2017 y la victoria inesperada de Junts per Catalunya en las elecciones impuestas vía 155, en las que ganó con Puigdemont como cabeza de lista desde el exilio.

«No se puede dirigir un país vía internet», declaró Urkullu. Las palabras sentaron a rayos en Barcelona y Waterloo. Tanto que enviaron una contundente carta para pedir respeto al PNV. No gustó la misiva en Sabin Etxea. Ortuzar respondió glacial a la entonces líder del Grupo Parlamentario de JxCat: «Querida Elsa (Artadi), por las históricas relaciones de amistad que unen al PNV y a mí mismo con Catalunya y el nacionalismo catalán, prefiero dar por no recibida la carta que me remitiste y así no tener que contestaros».

CINCO AÑOS SON UN MUNDO

Han pasado un lustro y muchas cosas desde entonces. Artadi dejó la política. El grupo dirigente de Junts en el Parlament en aquella época, con Laura Borràs al frente, ha pasado a un segundo plano, y Jordi Turull, entonces atenazado por el proceso judicial -ya había pasado unas semanas en la cárcel y volvería poco después [pudo haberlo hecho como president]-, lleva las riendas ahora. Lo hace junto a un Puigdemont que, por la vía de los hechos, ha virado a posiciones más pragmáticas. Y, probablemente, más inteligentes.

El reencuentro ha sido fulminante. El rencor no sirve de mucho en política. Ortuzar visitó a Puigdemont en Bruselas el pasado 15 septiembre, y ayer fue Jordi Turull quien visitó Sabin Etxea. Es probable que la retirada forzosa de Urkullu, conocida ayer, facilite todavía más las cosas.

El interés es mutuo. Los jeltzales se han sentido muy solos durante la anterior legislatura, rodeados de partidos a su izquierda. Han captado rápidamente la ventana abierta para hacer trinchera junto a Junts, contrarrestar el peso de la asociación entre EH Bildu y ERC, y tirar desde la derecha a Sánchez, que tiene la coartada perfecta para no ir tan lejos en políticas sociales y, sobre todo, económicas. No es, en este sentido, una gran noticia.

Las europeas, además, están ya en el radar de todos los partidos (9 de junio). Si no van finalmente ligadas a las elecciones al Parlamento de Gasteiz, el PNV en solitario sufriría para revalidar el escaño de Izaskun Bilbao -necesitaría a Coalición Canaria para ir sobre seguro, con su pertinente peaje-. Hoy parece lejana la coalición que compartieron entre 2014 y 2019, pero diez meses dan para mucho hoy en día.