Josu MONTERO

Desextinción

El granado que un nostálgico emigrante extremeño plantó en un avaro arriate en el extremo de mi calle, hoy, por fin, se ha desprendido de todas sus hojas; más arriba, sin embargo, el sobrio y discreto ciprés sigue ofreciéndonos su verde acogedor.

“Los bosques preceden a las civilizaciones, los desiertos las siguen”, escribió Chateaubriand; y por eso contemplar un sufrido árbol urbano es como volver a casa.

Caen los bosques impunemente para introducir cultivos extensivos o bosques artificiales de especies industriales. En “El aire doliente” -poema de “En busca de mi elegía”-, Ursula K. LeGuin describe la tala de un hermoso castaño tras la que queda “Solo el aire doliente, / alto, vacío, / con la forma del árbol”; y en “El gran bosque” enumera árboles que han iluminado su vida, y concluye: “En las raíces, en las raíces profundas se encuentran”.

Siguiendo al escritor beat Gary Snyder, el gallego Manuel Rivas, en su flamante poemario “Lo que queda fuera”, equipara la depredación que sufre la naturaleza con la que sufren las palabras. “En un tiempo de extinciones, la poesía es un acto de desextinción. La poesía es la naturaleza no dominada”. La poesía nos enseña la profunda unidad del mundo.