Carlos GIL ZAMORA
Analista cultural

La ola

Es difícil abandonar por voluntad propia una buena ola profesional en el mundo de las Artes Escénicas. Es una maldición que en ocasiones lleva a estrellarse contra una realidad acumulativa o una omisión descorazonadora. Se necesita mucho temple, capacidad de discernimiento, consejos adecuados y modulación de la ambición para saber decir ‘‘no’’ cuando la alarma pide decir ‘‘sí’’. Las decisiones se deben tomar a una velocidad que no permite en ocasiones ese momento crucial de pesar bien pros y contras, y siempre puede la angustia de lo contrario, del que si dices que no puede nunca más te vuelvan a llamar.

Existe un despecho administrativo, una suerte de celos en diferido, de orgullo herido y, si alguien por cuestiones muy argumentadas dice no a una propuesta que el que la ofrece considera es irrechazable, puede llevar al ostracismo a esa persona, artista en el rango que sea, que decide rechazarla porque necesita respirar o tiene otra opción o no acaba de ver clara su capacidad para realizar en perfectas condiciones lo que se le ofrece o no desea hacerlo por mil y otras razones, todas objetivas y/o subjetivas.

El silencio, la falta de ofertas, es más doloroso, pero el mal que se puede producir al acumular en un espacio de tiempo muy concreto demasiadas propuestas aceptadas puede llevar una devaluación y bajada de nivel artístico que tiene efectos profesionales posteriores nocivos. Saltar de la ola o seguirla, esa es la cuestión.