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Fuera del encuadre, la realidad más sórdida


Los juegos del hambre” es una de esas sagas cinematográficas con jóvenes y retos al estilo de los videojuegos. Creada por la escritora Suzanne Collins, en las novelas, los habitantes de Panem se dividen en doce distritos con distintos cometidos en la cadena de producción. Tras una revuelta fallida, el gobierno obliga a seleccionar dos tributos (jóvenes) de cada distrito, para que luchen a muerte. Nada nuevo bajo el sol, “Battle Royal” ya puso en el foco el concepto más sórdido del Leviatán de Thomas Hobbes: «Hay tres motivos básicos por los cuales hay conflictos en el estado de naturaleza: el primero es la competición, que hace que el hombre invada para obtener algo; el segundo, la desconfianza, para la seguridad; y el tercero, la gloria, para la reputación». Telerrealidad, competición, violencia y gobiernos dictatoriales. Nada nuevo pero, como en cada historia, todo está por contarse desde otra mirada. En la nueva precuela, “Los juegos del hambre: balada de pájaros cantores”, inusualmente larga para una película comercial pero que funciona y está bien realizada, encontramos una gema, Tom Blyth, un actor que a veces recuerda a Max von Sydow y otras a Rutger Hauer. La película me ha llevado hacia las realidades de nuestros días, hacía Gaza o Argentina, donde las estrellas invitadas, hombres empeñados en la maldad, están superando con creces cualquier distopía cinematográfica.