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«Canelons»


En Catalunya el día 26 de diciembre es el día de Sant Esteve. Un día que se celebra igual que el de Navidad pero con una particularidad. Se comen canelones. Así como el día anterior tiene ciertos ritos, cordero en mi casa, pescado en otras, y gulas en la mayoría, en Sant Esteve se comen canelones. No importa la clase social, ni si la familia es catalanísima de ocho apellidos o, como la mayoría, mezcla de procedencias diversas. El día 26 en Catalunya se comen canelones. Y para mí, es de largo la mejor tradición de los catalanes.

Todo el mundo sabe que es imposible que eso de los canelones tenga siglos de antigüedad. Nadie cree que el tatarabuelo de su tatarabuelo comiese canelones en Sant Esteve. Estamos hablando de una pasta de trigo que no se popularizó hasta principios del siglo pasado, con un relleno de carne picada y una bechamel que a mucho estirar es francesa. El mito dice que se servía en un restaurante barcelonés que cerró en los años 20. ¿Entonces por qué todo el mundo come ahora canelones?

Se ha extendido una tendencia absurda de buscar la comida tradicional, como si todos los pueblos tuviesen que encontrar su razón de ser en las recetas y en los platos que servían sus abuelas. La realidad es que solo buscan los momentos congelados en el tiempo en los que se pusieron de moda ciertas recetas o ciertas formas de cocinar. No hay, en lo culinario, reglas que no hayan cambiado en los últimos dos siglos y esa es la grandeza de la comida.

La tradición de los canelones es importada, tiene cuatro días y no responde a ningún carácter milenario del pueblo catalán. Y precisamente por eso es la mejor tradición de todas. Porque nos recuerda que todas son inventadas, que todos los pueblos encuentran su esencia en la mezcla con otros y que adoptan lo que es bueno, o delicioso, o conveniente. O todo lo anterior. Los olivos son de quienes los trabajan y los canelones de quienes los quieren. Por eso los canelones son catalanes. Larga vida als canelons.