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DE REOJO

Poder hereditario


Mis mejores deseos. El año que viene será otro año, habremos cumplido un rito que exalta el consumo, la alegría y los buenos deseos, pero que produce resacas y despertares en la misma galaxia. Tenemos un ejemplo apetitoso para la demagogia y el disparo a ciegas: el nuevo subdelegado del Gobierno en Sevilla es el hijo del subdelegado que ha estado ejerciendo hasta ahora. El poder transferido de manera hereditaria. Lo habitual en nuestra cultura monárquica. Y probablemente en la empresa familiar y algunos clubes de fútbol.

Los que seguimos con afición el devenir del Poder en Corea del Norte sabíamos que era una tradición, una costumbre, una manera de herencia familiar para acceder a ser el ser supremo que pone de moda un corte de pelo de manera global. Habíamos aceptado de manera consuetudinaria las dinastías monárquicas europeas o universales. No provocan malos pensamientos las sagas de actores, actrices y artistas variados, pero que en un puesto de esta enjundia como la subdelegación pase de padre a hijo, debido al linaje, abre un nuevo capítulo para la reflexión.

Porque otra cosa es que enriquezcas de manera sospechosa a su hermano, que firmes contratas con tu cuñado, que nombres a dedo a tu sucesora para desmontarla inmediatamente y crearte una cohorte de feligreses que cumplen tus órdenes de manera irresponsable. Probablemente una de las maneras de visualizarse la decadencia de ciertas organizaciones políticas sea su fosilización, falta de criterios, ausencia de cuadros y banquillo. ¿O es al contrario? El año que viene es bisiesto. Algo es algo.