EDITORIALA

El abuso de los bancos no conoce límites

Las malas prácticas de los bancos son directamente proporcionales al poder que acumulan. Un dominio que impide, además, que se legisle sobre su actividad. Antes de la crisis de 2008, el Banco de España enviaba circulares en las que «sugería» a los bancos el modo en que deberían hacer las cosas. Nadie tenía potestad de obligar a los bancos a hacer nada. Tras la crisis financiera, aquellas circulares con sugerencias se han transformado en códigos de buenas prácticas a los que los bancos se adhieren «voluntariamente». Las finanzas serán posiblemente el único sector de la actividad económica en el que los principales agentes económicos que intervienen carecen prácticamente de obligaciones.

Esa ausencia de regulación y su posición de dominio permitió que los bancos desarrollaran un conjunto de prácticas abusivas sin precedentes. Las reclamaciones de los clientes y de las asociaciones de consumidores han logrado que la mayoría de esos atropellos hayan sido declarados ilegales en los tribunales, algo que en muchos casos no ha impedido que los litigios continuaran, ya que los bancos se han aferrado a cualquier resquicio para evitar el cumplimiento de las sentencias condenatorias. Buena muestra de todo ello son las más de 50.000 demandas que se han presentado en Hego Euskal Herria desde 2017. Entre las cuestiones más sonadas que los jueces han anulado por abusivas destacan la comisión de apertura, las cláusulas suelo y el uso del índice IRPH. Pronto terminará el plazo para reclamar los gastos asociados a la formalización de una hipoteca que los bancos, con su habitual descaro, se los endosaban completos al cliente. Una práctica que los tribunales determinaron que era abusiva, aunque tuvo que ser la ley hipotecaria de 2019 la que definiera taxativamente el reparto de dichos gastos entre el cliente y el banco.

A pesar de los reveses judiciales, los abusos no cesan. Han cerrado oficinas y han despedido a miles de trabajadores, y ha tenido que ser el Gobierno español el que ha prohibido que cobren comisiones por sacar efectivo en ventanilla a las personas mayores de 65 años. La codicia, la arbitrariedad y la soberbia de los bancos no tiene límites.