Koldo LANDALUZE
DONOSTIA
EL RAPTO

Un drama real que merecía ser recordado

Marco Bellocchio es un cineasta metódico que nunca descuida las formas y que siempre las vincula a un contenido político contundente, muchas veces decididamente anticlerical, como corresponde a un italiano de 83 años formado en el marxismo.

Ahora, y siguiendo la línea de películas como “La hora de la religión” (2002) y “Vincere” (2009), el italiano recurre a historias reales pero olvidadas para narrar el secuestro de un niño de 6 años de la judería de Bolonia en 1858. El inquisidor de la ciudad y luego el Papa insisten en educar al niño bajo el catolicismo más estricto, argumentando que fue bautizado en secreto por su nodriza cuando era un bebé. Lo que parecía ser inicialmente un suceso local sin mayores consecuencias se convirtió en un escándalo nacional e internacional en un momento en el que los absolutismos, liderados por el Papa Pío IX, estaban en crisis debido a las fuerzas progresistas de los nuevos republicanismos.

Como es habitual en Bellocchio, la película alterna un conflicto íntimo, el del niño que ama a su familia y su credo pero está dispuesto a convertirse al catolicismo como forma de supervivencia, con un drama de carácter épico, respaldado por un virtuoso montaje paralelo que alterna los conciliábulos en el Vaticano con las conspiraciones en Bolonia. Estos paralelismos también se manifiestan en los sueños que Bellocchio hábilmente presenta en escena, siempre con un espíritu desacralizador que define su cine: mientras el Papa sueña con culpa que es circuncidado, el pequeño Edgardo sueña que libera a Jesús de la cruz para no tener que cargar con el pecado que cree llevar en su sangre. El cine de Bellocchio se compone de estas complejidades, históricas, religiosas y sicoanalíticas y se revela más vital y contestatario que nunca.