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BEEKEEPER: EL PROTECTOR

Una catarsis violenta y satisfactoria


El actor Jason Statham interpreta a un apicultor tranquilo que cuida de sus abejas y alquila un granero para producir miel. Su única conexión con el mundo es la amable propietaria del lugar. Un día, ella es víctima de una estafa virtual que la deja sin ahorros y sin fondos para la fundación benéfica que administra. Abatida y acorralada, toma una decisión drástica. Es entonces cuando descubrimos que el protagonista es en realidad un agente retirado que operaba para la CIA. Determinado a vengar a su amiga, decide buscar a los responsables y desmantelar la organización de estafadores a cualquier costo.

Una regla común en este tipo de cine es que si alguien fue un agente, espía o asesino implacable y está retirado, los eventos iniciales de la historia lo sacarán de su retiro. En el caso de “The Beekeeper”, este cliché se enriquece con el placer de ver sufrir a aquellos que se aprovechan de estafas y roban los ahorros de los siempre vulnerables ancianos.

La película ofrece una catarsis satisfactoria al mostrar a alguien que se muestra implacable con estos delincuentes. Las escenas iniciales de la película son las más débiles. Jason Statham demuestra su habilidad en películas de acción, y su interpretación es lo que se espera de ella, pocas palabras y un buen surtido de mamporros bien ejecutados. Aunque la película tiene momentos de locura, exageración y tonterías, es necesario aceptarlos para disfrutar de la acción que ofrece.

El elenco, que incluye a Jeremy Irons en un papel destacado y a Minnie Driver en un papel más pequeño, agrega cierto empaque al conjunto.

A la película le cuesta arrancar, pero el director David Ayer, firmante de películas como “Escuadrón suicida”, se muestra correcto en las escenas más explosivas y, cuando la trama avanza, cumple con las expectativas que suelen prometer este tipo de producciones.