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2001

Blanquean a Melitón Manzanas con la medalla al mérito

Manzanas, en una de las pocas imágenes públicas que existen de él, tomada en una sociedad de Donostia. Abajo, tira de Tasio en GARA sobre la concesión de la medalla.

El 19 de enero de 2001 José María Aznar otorgó la Medalla al Reconocimiento Civil a Melitón Manzanas, el colaborador de la Gestapo que fue la primera víctima mortal de ETA en una acción planificada.

14 meses después de promulgar la Ley de Solidaridad con las Víctimas del Terrorismo y a falta de otro tanto para promulgar la ley que ilegalizó Batasuna, Aznar trató de rehabilitar a Manzanas para así apuntalar su estrategia contra el independentismo vasco.

Euskal Herritarrok respondió a esta decisión del Consejo de Ministros afirmando que «el nombre de este famoso fascista y torturador sigue produciendo escalofríos en miles de familias vascas que experimentaron sus métodos». Asimismo, la coalición sostuvo que el objetivo último de la medida era «la reivindicación de la tortura y la guerra sucia como herramienta eficaz para acompañar al pacto PP-PSOE».

Los diputados de EA y PNV, por su parte, solicitaron la comparecencia del ministro de Interior, Jaime Mayor Oreja.

La decisión levantó polvareda no solo en Euskal Herria, donde decenas de personas podían contar quién era y qué les hizo el jefe de la Brigada Político Social de Gipuzkoa. Los sindicatos UGT y CCOO, así como Izquierda Unida, también fueron muy críticos, pues tenían a víctimas entre sus militantes.

El PSOE reaccionó un poco diferente. Releídas sus declaraciones, se aprecian dos discursos. Javier Rojo (su líder en Araba, entonces) aseguró que «este Gobierno, como siga así, acaba condecorando a Franco». Alfredo Pérez Rubalcaba rebajó el tono, apuntando que es una figura que puede merecer «más o menos respeto desde el punto de vista personal».

Además de palabras indignadas, estos sindicatos y partidos políticos iniciaron acciones legales para anular la concesión de la medalla.

Tales iniciativas acabarían en la nada en 2008, tras validar la justicia española que los honores a Manzanas se habían entregado conforme a la ley.

El modo en que GARA editorializó la concesión de la medalla tras conocerse la noticia fue preclaro, adelantando cuál sería este fallo judicial que no llegó hasta siete años después.

Según el editorialista, la medalla fue «la consecuencia directa de la aplicación de la Ley de Solidaridad con las Víctimas del Terrorismo aprobada por unanimidad».

«Sorprende, en primer lugar, el escándalo con el que han reaccionado PNV, EA e IU, después de que ellos mismos, con sus votos, contribuyeran a la creación de la condecoración», reprendió GARA.

Con quien más duro se mostró este periódico fue con el PSOE, recordando el indulto que concedió a los secuestradores de Segundo Marey, así como el indulto y ascenso a general del Rodríguez Galindo «en atención a sus méritos».

REESCRIBIR LA HISTORIA

Manzanas se convirtió en la primera víctima mortal buscada de ETA, su primer objetivo, el 2 de agosto de 1968. ETA escogió un colaborador de la Gestapo nazi y un conocido torturador que había dejado un reguero de cientos de víctimas.

Durante más de dos décadas como policía (del 41 al 68), Manzanas torturó a cara descubierta. Le gustaba aprovecharse del terror que inspiraba su figura en las víctimas. Cultivaba su propia leyenda negra.

Según cuentan quienes pasaron por sus manos, no era sofisticado en sus métodos y no se preocupaba por dejar poco rastro del maltrato. Protegía sus nudillos con guantes de cuero. Poco más. Y todos coinciden en que Manzanas disfrutaba en los sótanos. Elías Antón, superviviente de las torturas de Melitón Manznas, revive ese episodio en una entrevista especial para Artefaktua publicada en NAIZ.

La muerte del jefe de la Brigada de lo Social en 1968 consternó a un Régimen que se sintió súbitamente vulnerable. El Pardo reaccionó de forma cruel y torpe, llevando a 16 militantes independentistas (incluidos dos sacerdotes) a un consejo de guerra, conocido como el Proceso de Burgos.

El proceso judicial, que acabó en seis penas de muerte y una única absolución, no tuvo el resultado esperado. Todo se le volvió en contra al Estado. El rechazo interno y externo fue tan fuerte que el dictador tuvo que conmutar las penas.

La pena capital se sustituyó por cárcel, y luego la amnistía desembocó en la liberación de los condenados. De esta forma, el pretendido escarmiento ejemplar acabó convirtiéndose en un hito en la lucha por la liberación de Euskal Herria.

UNA LACRA SIN RESOLVER

Existía otro motivo, además, para que la medalla despertara una particular indignación. En 2001, la tortura seguía siendo una práctica habitual de Policía y la Guardia Civil contra el independentismo, como recordaba una y otra vez Amnistía Internacional en sus informes.

El empleo de la tortura continuó 13 años más desde la condecoración a Manzanas. Según los informes de la UPV-EHU para la CAV y Nafarroa, esta práctica no terminó hasta el año 2014.

Mientras la tortura se empleó por sistema. La política de impunidad, rehabilitación y ascenso de torturadores del Estado español no se circunscribió a Manzanas. Y fue practicada tanto por gobiernos del PSOE como del PP.

El último caso mediáticamente destacado fue la medalla concedida en 2023 por Fernando Grande-Marlaska a Manuel Sánchez Corbí, guardia civil que había sido condenado por las torturas de Kepa Urra y que, en 1992, ya había sido indultado por Aznar.

Por otro lado, en línea con la protección y gratificación a los torturadores, el blanqueamiento de Manzanas no quedó en la medalla de 2001. Muy al contrario, su rehabilitación constituye un empeño recurrente. Cada año, el Memorial de Víctimas del Terrorismo recuerda al colaborador de la Gestapo refiriéndose a él únicamente por su cargo de funcionario, a pesar de las quejas por esta omisión de quienes fueron torturados por el agente franquista. Tanto esfuerzo invierten en esta rehabilitación que la propia misión de dicho Memorial ha quedado del todo en entredicho.



«Me metió la pistola en la boca. Me daba con la culata en los dientes»

Elías Antón, histórico militante abertzale, cayó en manos de Melitón Manzanas en 1966. «Entonces tenía 19 años y hoy, 77, pero eso no se olvida jamás», afirma en una entrevista publicada hoy en NAIZ para complementar este reportaje para Artefaktua.

Antón rememora, en texto y vídeo, el modo en el que fue torturado, a cara descubierta, por el jefe de la Brigada de lo Político-Social de Gipuzkoa. «Melitón venía por detrás y se subía sobre las esposas que tenía atadas a la espalda para que se me clavaran. Me dejó las muñecas en carne viva».

Sus prácticas eran despiadadas. «Me metía la pistola en la boca. Me daba con la culata en todos los dientes. Pegaba de todas las maneras».

Acomapañaba sus golpes con tortura psicológica, amenazando a Antón con violar a su madre y a su hermana.

«La medalla a Melitón me hizo pensar: ¿qué cinismo? ¿qué sociedad? ¿para qué 40 años de pretendida democracia?», reflexiona ahora esta víctima.

Pese a todo lo que le hizo Manzanas, Antón vivió otro episodio de torturas a manos de un grupo de guardias civiles en Madrid. Asegura que esa segunda vez fue todavía más dura.