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ABDE REBBACH RENUEVA HASTA 2028

Ebullición meditada de un talento innato de la cantera gasteiztarra

La explosión de Abde Rebbach está causando sensación. Asentado en la dinámica de García Plaza, fue uno de los artífices del ascenso del Alavés. Sin embargo, su trayectoria dista mucho de la impaciencia del fútbol moderno: debutó con el primer equipo con 24 años. La paciencia y el trabajo han sido claves en su formación que, junto a su innato descaro, han construido una identidad propia.

(Endika PORTILLO | FOKU)

El fútbol tampoco escapa a estos tiempos de impaciencia, de «lo quiero ya, aquí y ahora». Es habitual ver a jugadores que debutan con 16 años y que incluso pueden ser las estrellas del equipo, como Lamine Yamal en el Barça esta temporada. Son minoria los futbolistas que debutan a los 24 años con el primer equipo, que su «ebullición no es de la noche a la mañana» pero que con paciencia llegan a cumplir su sueño de ser futbolista profesional. Es el caso de Abde Rebbach, que alcanzó el Miniglorias con 22 años y que a base trabajo y goles se ha hecho con un hueco en el primer equipo. La condición para tener ficha era clara: marcar más de 15 goles con el filial. Dicho y hecho: marcó 16.

«Desde pequeño, su intención ha sido ser futbolista profesional. Tiras todo a una carta, te arriesgas y a veces sale bien, como le ha pasado a Abde», cuenta a GARA Beñat León (Gasteiz, 1996), jugador del San Ignacio y excompañero del argelino.

Abde llegó de Blida (Argelia) a Gasteiz con 12 años y el fútbol se convirtió en su refugio. Ha mamado el fútbol callejero y su descaro es la identidad que le caracteriza, tanto ahora en Primera como antes en Tercera División, en Aurrera de Vitoria o en San Ignacio. «Era muy rápido, vertical, un extremo de los que no se ven tanto ahora, cada vez que tiene el balón quiere encarar, es atrevido», recuerda Aritz Castro (Gasteiz, 1998), portero que ha coincidido con Rebbach en el “Sani” y también en el segundo equipo albiazul.

Su sinvergonzonería contrasta con su «actitud tranquila y humilde fuera del campo; tiene la cabeza amueblada, sabe lo que le ha costado llegar hasta aquí», cuenta Castro. «Tiene los pies en el suelo, hace las mismas cosas que hacía antes, mantiene las mismas amistades. Él no ha olvidado de dónde viene ni lo que quiere lograr», añade León.

INVERTIR EN SU FORMACIÓN

«Él tenía innatas las cualidades que tiene, que son las de regate, desborde, manejaba las dos piernas, era muy rápido, vertical. Le faltaba todo lo demás que complemente a un jugador: aspectos tácticos, toma de decisión, por qué tenía que hacer las cosas y cuándo. Aparte, todo lo que conlleva tener una vida ordenada fuera del campo. Había ese factor de incógnita de cómo iba a evolucionar», se sincera Raúl Llona (Logroño, 1976), su entrenador en los dos años del San Ignacio y en el Miniglorias.

El club albiazul tuvo paciencia. Lo agradece públicamente el propio Abde y lo reitera Llona: «Era un chico que había que trabajar y había que ir invirtiendo en él, en esa formación». Estuvo dos años en el San Ignacio, club convenido del Alavés, hasta que dio el salto al Miniglorias en medio del «jaleo por el covid». Además, se rompió el peroné, «lesión que frenó su progresión». «Él ha trabajado mucho para superar la lesión y progresar en todo, en hábitos y en todo lo que requiere en ser futbolista. Ha tenido ese premio con esta renovación».

Su descaro y verticalidad ha encajado de maravilla en el sistema de Luis García Plaza, tanto en Segunda -fue protagonista en el ascenso- como en Primera. Le costó entrar en la dinámica pero terminó el año con seis titularidades y un gol, su primero en la máxima categoría. Razón suficiente para ofrecer la renovación «a un jugador especial, diferente». Raúl Llona destaca también que esta prolongación le permitirá «trabajar con más tranquilidad». «Viene de haber sufrido la parte amarga, de estar entrenando y que no haya recompensa... Ha aprovechado la ocasión para que no se le escape y es el premio a esa trayectoria», cuenta Llona.

«SATISFACCIÓN»

Castro sabe lo complicado que es llegar a Primera -ha pasado por todas las categorías inferiores del Alavés- y León matiza otra dificultad añadida: «Llegar a Primera desde el fútbol base de Araba, donde el fútbol no levanta tantas pasiones como en Bizkaia o en Gipuzkoa».

Los tres admiten que sienten «satisfacción» al verle brillar en la élite, disfrutando y haciendo disfrutar de su fútbol. «Es una satisfacción haber contribuido en su formación, y es ese el premio que te llevas como entrenador de cantera. Me pasa exactamente igual con Jesus Owono», cuenta Llona. «Todos queremos alcanzar la élite pero cuando lo hace un compañero tuyo, es como si lo hubieras logrado tú. Te alegras, porque le conoces, porque has compartido parte de su trayectoría con él...», describe León y añade que, al igual que Owono, que también pasó por el “Sani”, es un «ejemplo para los más jóvenes».