FEB. 05 2024 GAURKOA Psicologia sin Fronteras Navarra frente al genocidio en Gaza José María MURILLO, Blanca ANTOÑANA y 82 firmas más Psicología sin Fronteras de Navarra/Nafarroako Mugarik Gabeko Psikologia y profesionales del ámbito Ser persona solidaria es comprometerse con el ser humano». Este es el lema fundacional (1995), de nuestra Organización Nafarroako Mugarik Gabeko Psikologia/Psicología Sin Fronteras de Navarra. Por ello no nos limitamos a observar lo que sucede y más allá de las prácticas de intervención comunes en el contexto personal, escolar, de salud o comunitario de nuestra profesión, formamos parte de la vida social y política implicándonos en el devenir de los cambios y en crisis como la que nos ocupa. Apostamos por la salud, el cambio, la resiliencia y el crecimiento. Y es precisamente por este principio desde el que queremos poner de manifiesto nuestra posición de clara denuncia ante lo que está aconteciendo en Gaza. Nos dirigimos a instituciones y colectivos de profesionales de la psicología y de la salud mental que quieran adherirse para hacer un llamamiento a posicionamientos firmes, claros y contundentes ante el conflicto del Estado de Israel contra el pueblo palestino, poniendo el centro de atención en la defensa sin condiciones de todas las víctimas de este genocidio, especialmente de la población infantil. Queremos destacar tres áreas de suma gravedad y vergüenza política, social e institucional ante la violación sistemática de los derechos humanos de la población civil: la situación de los niños y niñas, la deshumanización de las personas como estrategia para silenciar las conciencias personales y colectivas y la falta de posicionamientos de los Estados e instituciones ante la tragedia y el genocidio, así como la retirada de subvenciones de varios países a la ayuda humanitaria a través de la UNRWA. Los niños y las niñas conforman el grupo más vulnerable en las guerras. Esta población infantil es asesinada, aterrorizada, mutilada, privada de condiciones de salud y educación, indefensa ante la orfandad por el asesinato de sus padres y madres. De las casi 27.000 personas asesinadas se calcula que al menos el 40% son niños y niñas, sin contar el gran número de personas desaparecidas probablemente bajo los escombros. También es importante tener en cuenta la gran cantidad de niñas y niños que han quedado huérfanos y sin ningún familiar que les proteja y atienda. Hay que poner fin a detenciones, encarcelamientos y torturas a las que están sometidos los menores de edad. La salud mental de toda la población infantil sobreviviente, debido a la pérdida de seguridad en su mundo circundante, va a resentirse dramáticamente dando lugar a miles de expresiones de estrés postraumático individual con derivaciones patológicas para generaciones posteriores. Incluso en la guerra civil española, al igual que en otros conflictos bélicos internacionales, se permitió evacuar a niños y niñas a lugares seguros, algo que no está permitiendo el Gobierno de Israel. A pesar de que las diferentes instituciones mundiales han legislado para proteger la vida y la salud física y mental de la infancia en situaciones bélicas, nada ha sido ni está siendo suficiente para evitar la muerte de miles de niños y niñas tanto en Gaza como en el resto de Palestina. La Convención sobre los Derechos del Niño (1989), el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional (1998), los Convenios de Ginebra (1949), las Resoluciones del Consejo de Seguridad, los Principios de Paris (2007) etc., no han servido para que el Ejército y Gobierno de Israel cesen en este genocidio. Despojar a los habitantes de Palestina de su humanidad ha sido una estrategia que ha dado pie a innumerables violaciones de los derechos humanos: bombardeos de hospitales, escuelas y refugios, impedir evacuaciones de civiles y entrada de ayuda humanitaria en uno de los lugares más poblados del mundo en función de su extensión, aniquilar familias enteras y provocar enfermedades por falta de agua, alimentos, medicinas y combustible ante la pasividad de organismos internacionales y de la mayoría de los Estados. Desde Psicología Sin Fronteras proponemos se denuncie la estrategia de utilizar mensajes o discursos de miedo, odio y extremismo que promueven la deshumanización de grupos enteros, disminuyendo la empatía y compasión ante los mismos y perpetuando divisiones y conflictos como el que asola desde hace décadas a la franja de Gaza. Solo así podemos entender la indiferencia ante el dolor del pueblo palestino o la justificación de su exterminio. Desde el ámbito de la psicología social y según mostraron los estudios de Milgram, la disposición a hacer daño a otra persona crece conforme aumenta la «distancia» con la víctima, para ello el paso previo es intentar su invisibilidad física y moral para romper la empatía, compasión y responsabilidad personal. Las consecuencias del conflicto se presentan como un ejemplo claro de la incapacidad de la comunidad internacional para mediar en una solución de paz. La demanda de Sudáfrica contra Israel en el Tribunal de la Haya abre un debate para la Justicia Internacional. De momento la población continúa ante la desolación y la muerte. Es importante destacar que esta denuncia es la única que señala por primera vez el concepto de genocidio, palabra esta que los Estados no se han atrevido a pronunciar delante del Ejecutivo de Israel, a pesar de que al menos el 70% de las casi 27.000 víctimas mortales a día de hoy, son niños, niñas y mujeres. Asimismo, los llamamientos al exterminio de la población de Gaza por parte de responsables gubernamentales israelíes, el uso indiscriminado y desproporcionado de la fuerza, el carácter de castigo colectivo, la desprotección de la población civil y el temor de una nueva ocupación de Gaza tras la expulsión de su población, son elementos definitorios del concepto de genocidio. Desgraciadamente, no podemos evitar las consecuencias de esta masacre ni los asesinatos producidos, pero deseamos y solicitamos la finalización de este conflicto para que cuanto antes se inicien los procesos que lleven a la verdad, justicia y reparación.