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Las termas de Artzi, una estación de calzada romana que ya se puede visitar

Una vez realizada la consolidación de los restos y vallado su perímetro, ya se pueden visitar las termas de Artzi, estación viaria de la calzada romana que enlazaba Zaragoza con Burdeos a través del Pirineo. Paneles informativos explican cómo era esta infraestructura sacada a la luz a lo largo de siete campañas por la Sociedad de Ciencias Aranzadi gracias al impulso del Ayuntamiento de Artzibar, con el apoyo del Gobierno de Nafarroa.

Vista del complejo termal de Artzi, una vez consolidado y vallado para permitir las visitas. (Iñigo URIZ | FOKU)

Los restos de las termas de Artzi, en el norte de Nafarroa, ya pueden ser visitados una vez que han sido consolidados y vallado su perímetro para ofrecer el resultado del trabajo realizado en el lugar por la Sociedad de Ciencias Aranzadi gracias al impulso del Ayuntamiento de Artzibar, con el apoyo del Ejecutivo navarro.

El complejo termal se encuentra en las inmediaciones de la ermita de Santa María, de la casa del ermitaño y del palacio de Artzi, actualmente en restauración, cerca de la localidad de Nagore. Y formaba parte de las infraestructuras con las que contaba la calzada Iter XXXIV, que atravesaba los Pirineos para enlazar Zaragoza con Burdeos.

Según explicó ayer a los medios Oihane Mendizabal, directora de la excavación, se trata de un edificio que empezó a construirse en el siglo I antes de Cristo y que estuvo en servicio hasta el siglo IV, aunque variando sus funciones con el paso del tiempo.

Lo que ahora se ofrece a los visitantes es el resultado de un trabajo iniciado por Aranzadi en los años 2011-2012, cuando se localizaron los restos. Las prospecciones geofísicas permitieron «empezar las excavaciones, que han estado activas hasta 2022».

Gracias a estos trabajos, han salido a la luz los restos de unas termas que «darían servicio a los usuarios de las vías romanas, que conectaban el mundo local con el resto del mundo romano».

DE TERMAS A FORJA

El complejo ocupa una superficie rectangular de unos 150 metros cuadrados, pero que «reúne todas las características de las termas de aquella época», añadió Mendizabal. Así, una vez en el interior de la infraestructura, se iban sucediendo los diferentes ambientes: “frigidarium” (frío), “tepidarium” (templado) y “caldarium” (caliente).

Comenzó siendo lo que estaba previsto, unas termas, pero en los siglos III y IV, abandonó su función y se reconvirtió «en un taller vinculado al trabajo del hierro, aunque también hemos encontrado restos de plomo». Es decir, durante esa última época de uso, «estaban reutilizando el horno que calentaba las instalaciones como una pequeña forja que estuvo bastante activa durante más de cien años».

Todos estos y más detalles sobre el complejo termal se muestran a los visitantes a través de «paneles que dan información básica para interpretar las ruinas», desgranó Mendizabal. Además, se ofrecen códigos QR con audios en castellano, euskara, francés e inglés, y recreaciones en 3D a través de diferentes enlaces.

Pero el objetivo de Aranzadi y las instituciones que han impulsado la excavación va más allá y también está previsto ofrecer charlas, se publicará una monografía sobre el yacimiento y se realizarán visitas guiadas hacia Semana Santa «para seguir dinamizando la zona, comprender este esfuerzo y que se disfrute».