Raimundo FITERO
DE REOJO

Máscaras más caras

Sin sentido. A veces mirar por la ventanilla nos coloca en una autoficción engañosa. ¿A estas alturas de la existencia, Rusia sigue siendo un factor de desestabilización política interna? Siguen los tractores exhibiéndose. Siguen las intoxicaciones. Siguen los estertores de un mundo inacabado mostrando el camino de salida. Doble ahorro. Mensajes encriptados para que se refleje en nuestra necesidad energética basal. No hay futuro. Intento fijarme en lo que solicitan los agricultores y no soy capaz de entender. Podría solidarizarme con el sector primario, pero entro siempre en crisis.

Todos venimos de ahí, todos hemos visto a nuestros antepasados con una azada, cargando comportillos, alquilando piezas de tierra. Ir a la patata; vendimiar; podar, sembrar, dar vueltas con el trillo por la era. La memoria sentimental no acaba de encontrar acomodo con lo que hoy sucede en el campo, en la carretera, en los lineales de los supermercados, en las miles de fruterías abiertas por personas emigrantes que parecen trabajar muchas más horas de lo recomendable. Si se para el campo, ¿de verdad nos moriríamos de hambre? Dudo sin remordimientos. Soy escéptico por decantación.

Es carnaval y desde esta balconada con vistas a lo circunspecto noto la comercialización de casi todos sus elementos. Es una celebración administrativa, un derroche de suplementos, una forma de enterrar cualquier atisbo imaginativo o de subversión. Son demasiadas las concomitancias entre máscaras y mascarones. Con sentido de la marcha. En la casa de las fiestas hay colas y las narices postizas son cada vez más caras.