EDITORIALA

La crisis del agro tiene una salida digna y climáticamente viable

Los tractores han vuelto a ocupar ciudades y copar titulares. Agricultores de Nafarroa, Araba y Bizkaia han salido esta semana a las carreteras siguiendo la estela de los de Ipar Euskal Herria y más de media Europa. El malestar en el campo es indiscutible y tiene causas de fondo que es necesario analizar y atender. Que la extrema derecha de todo el continente esté instrumentalizando estas movilizaciones no es razón para desentenderse del tema. Más bien al contrario.

El malestar es real y bastante transversal, pese a la insoslayable heterogeneidad de un sector en el que cada quien tiene sus intereses. Las causas de ese malestar hay que buscarlas tanto en las fallas del sistema alimentario global como en las políticas de la UE en diversos ámbitos, desde el tótem del libre comercio a la burocracia acumulada, pasando por la lucha contra la crisis climática y de biodiversidad. Es necesario separar y analizar todas estas capas, porque de lo contrario se corre el riesgo de caer en la trampa de la extrema derecha y culpar de los males del campo a la lucha contra una emergencia climática que impacta ya con fuerza en la agricultura. Fenómenos como las sequías, que hace unos meses tenían en vilo al campo navarro y alavés, serán cada vez más recurrentes, según coinciden los modelos climáticos y puede comprobarse ahora mismo en Catalunya.

El eslabón más débil de la cadena

En el actual sistema alimentario global, agricultores, ganaderos y, sobre todo, trabajadores del campo por cuenta ajena son el eslabón más débil. La existencia de grandes conglomerados con capacidad de dominar las cadenas de distribución condiciona totalmente la actividad de los pequeños productores, desarmados ante las pautas que marcan estos gigantes, tanto a la hora de fijar precios como de imponer prioridades.

Más allá de las críticas legítimas a la burocracia que llega de la UE, cabe señalar que las ayudas económicas ya existen. Sin la PAC todo sería más complicado para agricultores y ganaderos. El problema es que no va de la mano de políticas activas. La sola mención de regular precios provoca urticaria en Bruselas -y no tan lejos-, pero permitiría garantizar condiciones más dignas. No vender por debajo del precio del coste de producción, como reclama hoy en estas páginas Edurne Basterra, de la UAGA, es una demanda básica.

Las insalvables contradicciones de la UE

Tratando de surfear la ola de las movilizaciones climáticas encabezadas por jóvenes, y aprovechando el cierre -relativo- del grifo de petróleo y gas rusos, la Comisión Europea fijó políticas climáticas bastante más ambiciosas que los existentes hasta la fecha. Pero no tocó, por ejemplo, tratados de libre comercio que abren las puertas a insumos alimentarios producidos en condiciones menos exigentes, tanto en lo laboral como en lo medioambiental -a cambio, a menudo, de acceso a materias primas y facilidades para las manufacturas europeas de alto valor añadido-. Puede entenderse que los agricultores se sientan agraviados por unas medidas que no se les aplican a sus competidores foráneos.

Un lustro más tarde, el paso no lo marcan las movilizaciones climáticas, sino los tractores instalados en Bruselas, donde temen, con razón, una ola reaccionaria en las elecciones del 9 de junio. De ahí que, lejos de poner coto a los tratados de libre comercio y pensar políticas eficientes para mejorar las condiciones del campo, la primera medida haya sido retirar medidas medioambientales, algo que agravará la crisis ecológica y dará alas a la extrema derecha, al comprar el discurso con el que esta quiere vestir las movilizaciones de estos días. Ni la crisis climática ni los problemas del campo encontrarán solución por esta vía. Una de las realidades que emerge tras el ruido de los tractores es que no es posible luchar contra la crisis climática sin tocar el actual sistema económico.

Pero también toca subrayar la diferencia entre los argumentarios de los diversos actores. Nada tienen que ver los discursos de la mayoría de sindicatos vascos con la agenda que plataformas instrumentalizadas por la extrema derecha han puesto encima de la mesa. En Euskal Herria hay mimbres para dar este debate en otras coordenadas, en las que la agroecología, la producción de proximidad, la vertebración del territorio, la lucha contra crisis climática y la mejora de las condiciones de los agricultores marquen los objetivos a alcanzar.