Carlos GIL ZAMORA
Analista cultural

Sin dudar

Cuando, a mitades de los años setenta, recibí mi primeras clases de dirección escénica, consistentes en juntarse con directores más o menos habituales de grupos barceloneses para que explicaran sus metodologías o recursos, descubrí que es una de las labores más complejas de aprender, de hacer, de detectar cuando uno se dedica a mirar con ojo crítico eso que llamamos dirección. Recuerdo a un querido maestro, ya fallecido, que a los jóvenes nos recomendó de manera taxativa, argumentado desde posturas sicológicas, de liderazgo y quizás de un autoritarismo latente, que no se podía dudar.

La consigna de sin dudar forma parte constituyente de una idea de jerarquía que no se permite la permeabilidad. En un proceso de creación habitual de una obra de teatro, desde el minuto uno, y siguiendo los esquemas más extendidos, a la dirección se le hacen preguntas de toda índole unas diez veces por minuto. Preguntas estructurales, de producción, técnicas, artísticas y, en demasiadas ocasiones, desde los intérpretes, que solicitan unos apoyos que escapan a lo lógico. ¿Los personajes van a los intérpretes o salen y se conforman con la capacidad de actores y actrices? Ya estamos en un charco.

El otro día asistí a una de un contenido delicado y, en la charla posterior ,apareció una sicóloga que se presentó como asesora del actor. ¿Vamos bien por ahí? ¿Cómo preparamos un Hamlet con la sicóloga? Sin dudar.