Jose Ángel MURUA y Arturo BALBUENA
Plataforma contra las guerras - Gerrarik ez
GAURKOA

Ucrania, año II

Después de 720 días desde la ocupación del ejército ruso de parte del territorio de Ucrania se puede extraer varias conclusiones: el Ejército es un gigante con pies de barro o dicho de otro modo, el poder del Ejército es más teórico que real. Rusia tiene 830.000 soldados, Ucrania, 200.000; Rusia tiene un gasto militar de 86.400 millones de dólares (el 4,1% de PIB). Ucrania gasta 44.000 millones de dólares (el 34% del PIB). Rusia es la segunda potencia militar del mundo y Ucrania se sitúa en el puesto 18.

A pesar de esta enorme diferencia, cuando el ejército ruso invadió el territorio ucraniano no pudo doblegar la resistencia de Ucrania.

A partir de la invasión, el Ejército ucraniano ha ido recibiendo cada vez más apoyo tanto de EEUU como de la Unión Europea y de la OTAN. Sobre el papel, la superioridad militar del bloque que apoya a Ucrania es incuestionable. Pero esa ingente colaboración económica y militar no ha significado ningún avance militar y la línea de frente prácticamente no se ha movido. El Ejército ucraniano no ha cumplido sus promesas. Miles de millones de euros malgastados.

La población civil sufre de una forma desgarradora. Las cifras de bajas (muertos y heridos) se oculta a la población y las cifras que dan las autoridades hay que considerarlas, más como parte de la guerra propagandística que como información fiable. Aunque no se puede concretar el número exacto, las estimaciones son de muchos miles de personas muertas y muchas más heridas que se quedarán con graves secuelas físicas y psíquicas. Además, hay que sumar las personas desplazadas, que se cuentan por millones (5 millones dentro de Ucrania, y más 6,3 millones por el mundo), con todo el sufrimiento que conlleva.

Las imágenes de las ciudades, complejos industriales, etc. destrozadas nos dan una idea del tremendo coste económico que va a suponer su reconstrucción. A lo que hay que añadir la costosísima retirada de las minas antipersona que han esparcido por amplias superficies tanto el ejército ruso como el ucraniano. Minas que, como ha sucedido en otros conflictos, seguirán matando y amputando piernas durante muchos años después de finalizar la guerra.

Los derechos democráticos y civiles tanto en Rusia como en Ucrania, si ya eran escasos, se han ido reduciendo. Los derechos sindicales, la libertad de prensa y de opinión tanto en Rusia como en Ucrania se han visto atacados por leyes que restringen las protestas sindicales, prohíben partidos políticos y cualquier opinión en contra de la guerra. Cualquier crítica a la guerra es considerado un ataque a la «nación» que merece el descrédito público y el castigo penal.

Se legisla para provocar la división. En Ucrania se legisla en contra de la cultura rusa, incluido el idioma ruso (propio de la región del Dombás), e incluso se ha forzado al cisma de la Iglesia ortodoxa; se intenta borrar la historia en común con la URSS resaltando los hechos negativos (Holodomor). Rusia, en los territorios ocupados impone la ciudadanía rusa, obliga a tener un pasaporte ruso para obtener asistencia médica, hacer gestiones bancarias, etc. Por otra parte, utiliza la existencia de grupos nazis en Ucrania para acusar de nazis prácticamente a toda la sociedad, y asimismo ensalza la época de la Gran Rusia Zarista y se acusa de todos los males al extranjero (en este caso las naciones de occidente) porque traen la pérdida de valores religiosos y ciudadanos tradicionales, trayendo la maldad, la perversión, las drogas, el desorden y el caos.

A pesar de los llamamientos patrióticos a la defensa de la nación y a la propaganda de las autoridades civiles y militares afirmando que toda la sociedad está a favor de la guerra, con el paso del tiempo van saliendo noticias de que muchos hombres en edad militar estaban esquivando la obligatoriedad de ir al frente de guerra. En Rusia se observa esta actitud en la utilización de mercenarios, el reclutamiento de soldados en las cárceles bajo promesa de puesta en libertad, la constatación que la mayoría de los soldados provienen de las regiones más pobres de Rusia y de que cuando hubo llamamiento a alistarse en el Ejército hubo una salida significativa de jóvenes al extranjero. Por otra parte, Ucrania ha reconocido esta situación cuando destituyó a las autoridades militares encargadas del reclutamiento de jóvenes por la constatación que muchos hombres obtenían la exención de incorporarse al ejército mediante el pago de sobornos. Por otra parte, muchos han salido ilegalmente del país. Es tal la cantidad que ahora está intentando legislar para obligarles a retornar para que se incorporen al ejército.

Además de estas personas, que huyen de la guerra, hay que sumar los hombres y las mujeres que por su compromiso ético e ideológico luchan contra la guerra potenciando la objeción y la deserción. Estas personas son perseguidas y reprimidas mediante multas o encarcelamientos más o menos prolongados tanto por las autoridades de Rusia como de Ucrania. Para ellas exigimos a los gobiernos de la Unión Europea que les concedan el estatuto de refugiado y les protejan de la represión de sus gobiernos.

No a la guerra en Ucrania, no a la ocupación de Palestina, no a la ocupación del Sáhara, no a la guerra en Sudan, no a la guerra en Myanmar, no, no y no a las guerras.