La batalla legal contra el programa de coeducación navarro, Skolae, continúa. La inició un grupo de familias católicas con alumnos escolarizados a los que querían proteger de «adoctrinamiento» en género. Educación respondió que recurrirá al Supremo.

En una primera fase, atacaron directamente el contenido del programa, consiguiendo incluso que declararan los técnicos que habían tomado parte en el mismo. Sin embargo, una vez que la Unesco premió a Skolae en París como el mejor programa para empoderar a las niñas del mundo, en 2019, los intentos de tumbar el programa tomaron otros derroteros. Skolae ya no era malo por su contenido, sino por tramitación incorrecta.

En 2020, este grupo de familias católicas logró su primer éxito contra Skolae, que fue lanzado por el Gobierno navarro, entonces liderado por Uxue Barkos, en 2017. Ese año, el TSJN decretó que el programa debió tramitarse como disposición general (reglamento), y no mediante un acto administrativo, al integrarse el citado programa en el currículum como materia transversal.

Tras el cambio en el Gobierno, el PSN renovó el programa coeducativo para el periodo 2021-2023. Las familias contrarias volvieron a recurrir y han vuelto a ganar. La renovación no siguió el procedimiento adecuado y, por tanto, Skolae queda anulado para esa horquilla temporal.

La sentencia vuelve a llegar tarde, en tanto que Nafarroa aprobó en octubre el siguiente plan de educación, que sigue siendo Skolae. Y que incluye por primera vez la creación de un ente que verificará su implantación y una evaluación de resultados en los centros que han completado el ciclo.

COEDUCACIÓN JUDICIALIZADA

Más allá de la inutilidad de esta sentencia, la disputa legal en torno a la educación en Nafarroa caracteriza bien en qué momento se encuentra la pugna por la igualdad educativa en el herrialde.

A diferencia de lo que sucede en la CAV, donde el Ejecutivo de Lakua hace la vista gorda (y el lehendakari Iñigo Urkullu publicita fuera de agenda) hacia los centros donde segregan, el Ejecutivo foral ha asentado la coeducación como un pilar y ha extinguido los conciertos a centros católicos por su negativa a acabar con la segregación por sexos en Bachillerato.

Ahora bien, pese a que Skolae nació en 2017, todavía hay más de un 10% de centros que no aplican este programa transversal, con materiales adaptados a cada curso.

Las explicaciones que dan estos centros para no aplicar Skolae es que no es algo «obligatorio». Que el claustro está envejecido y no hay forma de reactivarlo. O bien, justo lo contrario, que el nivel de temporalidad es tal que no hay plantilla fija suficiente como para que el programa arraigue.

Estas dos últimas excusas referidas al tipo de personal difícilmente tienen validez en los centros concertados, que sí cuentan con plantilla estable.

Tomando esta situación en cuenta, se entiende mejor la batalla legal de las familias católicas por anular Skolae aunque sea a toro pasado. Mientras el plan de coeducación tenga una base endeble, se puede pasar por alto la aplicación en clase de materiales que ayuden a aceptar la diversidad de género y rompan los roles tradicionales.