GARA Euskal Herriko egunkaria
1980

En la cima del mundo

De la ilegalidad, a presidir la cima del mundo. Así de triunfante fue el recorrido de la ikurriña, que pasó de ser perseguida con saña a coronar el Everest el 14 de mayo de 1980. Allá arriba, a 8.848 metros de altitud sobre el nivel del mar, el hernaniarra Martín Zabaleta colocó con orgullo la enseña nacional y se convirtió en el primer vasco en hollar lo que los nepalíes llaman «La frente del cielo».

Sobre estas líneas, de izquierda a derecha: el sherpa Pasang Temba en la cima del Everest, fotografiado por Martín Zabaleta; Kortabarria e Iribar portan la ikurriña en Atotxa en 1976; e instantánea de José Miguel Etxeberria “Naparra”. (EUSKAL ESPEDIZIOA - REAL SOCIEDAD - FAMILIA ETXEBERRIA)

Con él iba el sherpa Pasang Temba, que es quien aparece en la famosa foto sujetando la ikurriña. Zabaleta, al igual que hiciera Edmund Hillary en 1953 en la primera expedición que alcanzó el Everest, prefirió que la imagen para la historia fuera la de su acompañante.

Al punto más alto de la tierra no solo llegó la ikurriña, sino también el euskara. «Gora Euskadi askatuta! Gailurra da! Gora Euskadi!», gritó Zabaleta nada más alcanzar la cima. Exclamaciones que llevaron hasta la cumbre a toda Euskal Herria y que escocieron en España.

El sarpullido fue mayor cuando la siguiente expedición que holló la cima recogió y mostró las diversas enseñas que Zabaleta y Temba habían dejado en el techo del mundo; entre ellas, una bandera antinuclear y una ikurriña con el anagrama del hacha y la serpiente de ETA.

Zabaleta y Temba estuvieron en la cima 45 minutos antes de iniciar un dramático descenso en el que tuvieron que pasar la noche muy cerca de la cumbre, estuvieron a punto de morir congelados y el vasco aguantó dos caídas del nepalí.

Precisamente, habían sido las malas condiciones climatológicas las que habían impedido que en 1974 la Expedición Tximist, formada por 16 vascos, alcanzara la cima del Everest. En aquel primer intento, el guipuzcoano Felipe Uriarte y el labortano Ángel Rosen se quedaron a apenas 350 metros de la cumbre. El fracaso no desanimó al grupo y, nada más descender, lo primero que hicieron fue solicitar al Gobierno de Nepal un nuevo permiso de ascensión.

La autorización tardaría algunos años, aunque fue recibirla e inmediatamente ponerse otra vez a la aventura. Cinco integrantes de la Expedición Tximist repitieron en Euskal Espedizioa, entre ellos los dos que se habían quedado a unos metros de la cumbre y Martín Zabaleta.

LA IKURRIÑA EN LA FRENTE DEL CIELO, PERO TAMBIÉN SOBRE EL CÉSPED

Y es que pocos años antes, cuando la tricolor era perseguida y Manuel Fraga proclamaba que «para enarbolar esa bandera tendrán que pasar por encima de mi cadáver» -finalmente murió en 2012-, el 5 de diciembre de 1976, al inicio del derbi entre la Real Sociedad y el Athletic, Inaxio Kortabarria y José Ángel Iribar salieron al campo portando una ikurriña con todos los jugadores de ambos equipos detrás. Que dos escudras salieran al campo juntos era algo inédito en la época.

El gesto, que fue calificado al sur del Ebro como un desafío al Estado, no apareció en la prensa española; tan solo una pequeña reseña, pero como «incidencia», en “El Mundo Deportivo”.

La enseña la había llevado hasta el campo de Atotxa el también jugador Antonio de la Hoz Uranga, que incluso pasó un control de carretera en el que los policías registraron su coche pero no la encontraron.

La ilegal ikurriña hermanó a los dos equipos vascos que entonces estaban en la Primera División española y, con ellos, a todo el pueblo vasco. En junio, Osasuna ascendió a la división de oro. Por cierto, ya que todo hay que decirlo, la Real ganó por 5 a 0 al Athletic.

La ikurriña fue «tolerada» 40 días más tarde de ese partido, el 19 de enero de 1977, por lo que cuando se celebraron las primeras elecciones al Parlamento de Gasteiz, en marzo de 1980, ya podía ondear en Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, aunque seguía perseguida en Nafarroa, que había quedado fuera del Estatuto de Gernika.

En aquel primer Parlamento autonómico el PNV consiguió 25 escaños, seguido de HB con 11 y el PSOE con 9. El entonces jelkide Carlos Garaikoetxea se hizo con Lehendakaritza y la capital de la CAV se fijó en Gasteiz.

LA VIOLACIÓN, COMO ARMA

1980 también fue el año en el que los grupos fascistas y los uniformados de paisano -genéricamente llamados «incontrolados»- comenzaron a utilizar la violación como arma de guerra. Ya se había denunciado algún caso con anterioridad, pero este año las violaciones de chicas se multiplicaron; incluso a más de una la mataron después de forzarla. En otros casos, las secuestraban y marcaban haciéndoles cortes con una cuchilla de afeitar. En Bermeo se acusó a un guardia civil en concreto de haber participado en una de las violaciones. Todos aquellos actos permanecen impunes.

Al margen de los secuestros, violaciones y muertes, los «incontrolados» también se prodigaron en infligir palizas a militantes abertzales o a sus familiares. Se incrementaron notablemente los atentados ultras, en su mayoría con las siglas del Batallón Vasco Español (BVE) y con resultado de muerte. Y no solo en territorio vasco, sino también en el exterior. En febrero mataron en Madrid a la estudiante deustuarra Yolanda González, y en noviembre, en Caracas, a los refugiados Jokin Etxeberria y Espe Arana.

El objetivo siempre era el entorno de la izquierda abertzale, aunque en Alonsotegi atacaron el bar Aldana, frecuentado por gente del PNV local, y mataron a cuatro personas. En Ipar Euskal Herria, en junio desapareció José Miguel Etxeberria “Naparra”, vinculado a los Comandos Autónomos Anticapitalistas. Sigue sin saberse nada de él.

En febrero habían llegado a territorio vasco efectivos de los GEO de la Policía española y las UAR de la Guardia Civil, aumentando el número de desplegados en Euskal Herria, que ya había sido incrementado el año anterior. Con ellos también llegaron las primeras tanquetas a carreteras y calles vascas.

Mientras, ETA (m) y ETA (pm) continuaban sus respectivas campañas armadas; las movilizaciones populares seguían siendo multitudinarias y duramente reprimidas; y la conflictividad laboral se mantenía muy intensa, principalmente en Ezkerraldea, con Sestao como epicentro.

A destacar en 1980 fue el conflicto de la empresa Nervacero, cuyos trabajadores ocuparon la Diputación de Bizkaia, en el centro de Bilbo, que en aquellos momentos era la sede de la recién constituida Cámara de las tres provincias. Irrumpieron en el edificio y retuvieron a los parlamentarios. La Ertzaintza aún no estaba formada, pero el PNV sí tenía a sus ertzainas, un servicio de orden del partido que se presentó en el lugar a solventar la situación asumiendo las labores de seguridad.

Los jelkides convocaron pocos días después una manifestación en desagravio y apoyo a las instituciones; mientras, los trabajadores llamaron a otra concentración simultánea. Hubo fuertes enfrentamientos entre ambas partes y un militante jeltzale resultó muerto de una patada.

Ertzainas del partido y Policía española cargaron en la Gran Vía y por los alrededores contra la movilización convocada por los trabajadores.

Al margen de la convulsa situación política, en octubre, una explosión de gas en el colegio Marcelino Ugalde, en Ortuella, provocó la muerte de 53 personas, en su mayoría niños, y dejó heridas a más de treinta.

En enero, Xabier Amuriza ganó Bertsolari Txapelketa Nagusia, y entre finales de noviembre y comienzos de diciembre la primera Korrika fue de Oñati hasta Bilbo. El papel con el mensaje escrito por Ricardo Arregi se perdió por el camino, por lo que tuvo que ser un miembro de AEK quien dirigiera unas palabras a los 20.000 euskaltzales que se reunieron en la Feria de Muestras. José Miguel Barandiaran, que entonces tenía 90 años, fue uno de los portadores del testigo diseñado por Remigio Mendiburu.

En aquel 1980, la ikurriña subió allá donde empieza el cielo y recorrió la tierra vasca con un lema sencillo y claro: «Zuk ere esan bai euskarari».