Vincent, un intrépido gato, se ve atrapado como polizón en un barco que ha naufragado en una isla desierta. Allí encuentra refugio en una casa abandonada, donde solo comparte espacio con un perro belicoso, empeñado en atacarlo sin tregua. Tras un accidente que destruye la casa, Vincent logra escapar a bordo de un piano flotante, donde se encuentra con Maurice, un astuto ratón.

Juntos enfrentan numerosas aventuras en alta mar hasta ser rescatados y llevados al Museo Hermitage en San Petersburgo. En el museo, Vincent se une a un grupo de gatos guardianes encargados de proteger las obras de arte. Su mayor desafío llega cuando la famosa “Gioconda” es exhibida en una exposición internacional.

Vasiliy Rovenskiy, el director, logra capturar la atención visual con imágenes vibrantes, pero su enfoque queda por debajo de otras producciones similares como la saga “Ice Age”.

Aunque la película brilla en lo visual, su trama parece infantil y simplista, careciendo de la profundidad y el ingenio de otras películas animadas de su misma generación.

“Guardianes del Museo” no logra seguir el ritmo de otros éxitos animados que combinan música y humor ligero de manera contagiosa. El uso de obras de arte como telón de fondo no aporta suficiente interés a una trama que carece de momentos destacables y chispeantes. Rovenskiy intenta centrarse en los personajes, destacando a Vincent y Maurice, pero estos no ofrecen nada nuevo y se sienten como copias de personajes vistos anteriormente en otras películas animadas. El personaje de Cleopatra sí que aporta cierta novedad, especialmente en su relación con Vincent, pero estas subtramas se ven opacadas por la falta de profundidad en la ejecución de esta película amable e inofensiva.