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EDITORIALA

Las víctimas vascas de la mentira del 11 de marzo


La onda expansiva de las 10 bombas en los trenes de Madrid el 11M hace 20 años no se detuvo allí. Al Qaeda reivindicó el atentado, lo que apuntaba directamente a la responsabilidad del Gobierno español presidido por José María Aznar en la guerra de Irak. El intento de atribuir a ETA la autoría desató una campaña de acoso contra la izquierda abertzale que se saldó el 13 de marzo con la muerte de Ángel Berrueta en Iruñea a manos de un policía y su hijo, instigados por su pareja y madre. Un día más tarde moría en Hernani Kontxi Santxiz, a consecuencia de un infarto en una carga de la Ertzaintza contra una manifestación que denunciaba la muerte de Berrueta. Dos muertes que no se suelen añadir al largo listado de víctimas que dejó aquella masacre.

Las mentiras que difundió el Ejecutivo de Aznar para atribuir a ETA la autoría tuvo como único fin intentar ganar las elecciones que se celebraban tres días más tarde. A pesar de sus esfuerzos, el electorado castigó su mendacidad y perdieron los comicios. Sin embargo, los embustes crearon el clima propicio para que se desatara la violencia contra la izquierda abertzale. En este sentido, la principal responsabilidad en las muertes de Berrueta y Santxiz corresponde al Gobierno de Aznar, como acertadamente señalan la mujer y la hija de Ángel Berrueta en la entrevista que hoy publica GARA. A pesar de la implicación de aquellos que ostentaban altos cargos en el Gobierno, no ha habido ninguna declaración desde el ámbito institucional en la que se asumiera esa responsabilidad. De hecho, además de la muerte de Ángel, la familia siguió sufriendo ataques y amenazas sin que las autoridades llevaran a cabo ninguna investigación. Aunque los autores de esa muerte fueron juzgados y condenados, en general, las víctimas de la violencia estatal continúan sin recibir el reconocimiento y el apoyo institucional que merecen y necesitan.

Todavía queda un largo camino para que el Estado español asuma su responsabilidad en la violencia contra la disidencia vasca. Mientras tanto, las víctimas siguen sin verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición. El tiempo pasa, el dolor perdura, y la lucha por la memoria continúa sin pausa.