MAR. 15 2024 Ecos del levantamiento tibetano contra la ocupación china En marzo de 1959, el pueblo tibetano protagonizó un histórico levantamiento en Lhasa, capital del Tíbet. Lo que inicialmente fue una protesta pacífica evolucionó hacia un masivo alzamiento popular que se enfrentó a la dura represión de las fuerzas chinas, que mataron a miles de personas y obligaron a ir al exilio a centenares de miles, entre ellas su líder religioso, el Dálai Lama. Monjes tibetanos exiliados en India ostienen banderas del Tíbet durante una marcha por la paz en con motivo del 65 aniversario del Alzamiento Tibetano contra la ocupación china, el pasado domingo. Sanjay BAID | AFP Josep SOLANO Centenares de comunidades tibetanas en todo el mundo y miles de simpatizantes con la causa independentista de ese país recordaron el pasado domingo el 65 aniversario del Día del Alzamiento Tibetano, cuando, en 1959, miles de personas se lanzaron a las calles de la capital, Lhasa, para defender a su líder espiritual y reclamar la independencia del país, ocupado por China. Tenzin Gyatso, más conocido como el Dálai Lama, huyó de Lhasa y, en un periplo de 13 días, atravesó la cordillera del Himalaya con su familia hasta la frontera india, y se refugió en Dharamsala, ciudad donde también se instaló el exilio tibetano. Los disturbios del Tíbet fueron el clímax de una serie de eventos desencadenados desde la invasión china en 1950. La entrada de 400.000 soldados chinos en el Tíbet el 7 de octubre de ese mismo año marcó el inicio de un conflicto que desde sus comienzos fue muy desigual. Protectorado británico desde su invasión en 1904, los tibetanos disfrutaron de una independencia de facto hasta 1950. La invasión del Ejército Popular de Liberación chino, apenas dos meses antes de que el Dálai Lama asumiera el liderazgo del Gobierno tibetano, culminó con la firma del “Acuerdo de los 17 puntos”, el 23 de mayo de 1951. A pesar de la ocupación, el Tíbet mantuvo su Ejecutivo autónomo, pero el descontento persistió y, en 1956, comenzaron las primeras revueltas populares contra el régimen de Pekín. El 10 de marzo de 1959, ese malestar alcanzó su punto álgido con el levantamiento del pueblo tibetano contra la represión china. Los disturbios estallaron en respuesta a los rumores sobre un posible intento de secuestro del Dálai Lama. Días antes, el líder espiritual tibetano había sido invitado a asistir a una función teatral en el cuartel general militar chino, en las afueras de Lhasa. La cita estaba fijada para el 10 de marzo, pero el día 9 los guardaespaldas del Dálai Lama fueron alertados y se les pidió que no lo acompañaran por la necesidad de mantener el evento en secreto. Esto desató un temor generalizado de que el Dálai Lama podía estar en peligro y miles de tibetanos rodearon su palacio para evitar que saliera. Lo que en un principio fue una concentración pacífica se convirtió en un auténtico alzamiento contra las fuerzas de ocupación chinas. TEMOR A LA SUCESIÓN Aunque el líder espiritual budista, de 88 años, dice estar convencido de que vivirá mucho tiempo, los tibetanos en el exilio se preparan para un futuro sin él. Muchos temen que Pekín nombre un sucesor rival para fortalecer así su control sobre el Tíbet. Los días precedentes a la conmemoración, el Dálai Lama instó a los monjes y monjas a desarrollar un «corazón compasivo» para un mundo asolado por los conflictos. «Ser un buen ser humano es responsabilidad de todos», predicó. El Dalai Lama renunció como líder político de su pueblo en 2011, traspasando el poder secular a un Gobierno elegido democráticamente por unos 130.000 tibetanos en todo el mundo. Penpa Tsering, el sikyong o jefe del Ejecutivo, dijo el domingo que no buscaba la independencia total del Tíbet, sino una mayor autonomía y una resolución del conflicto chino-tibetano a través del diálogo. China, que sostiene que el Tíbet es parte integral del país, no ha hecho mención alguna a esta fecha ni a las periódicas protestas desde la ocupación del país. La última fue una insurrección con algunos brotes de violencia en 2008 y una serie de autoinmolaciones que alcanzaron su punto máximo en 2012. El presidente de la región autónoma controlada por China, Yan Jinhai, ha asegurado estos días, en una comparecencia con las preguntas previamente seleccionadas durante la Asamblea Popular Nacional en Pekín, que «el año pasado no hubo incidentes masivos graves, incidentes políticos o actos terroristas violentos», un eufemismo para referirse a las manifestaciones y protestas independentistas tibetanas. Las concentraciones de recuerdo, que principalmente se desarrollaron en India, Taiwán y otros países asiáticos, rememoraron a los fallecidos y exiliados al tiempo que denunciaron la violación de los derechos humanos en el país, incluida la asimilación forzosa de los tibetanos a la cultura dominante china han. El responsable de derechos humanos de Naciones Unidas, Volker Turk, pidió a China que implemente las recomendaciones de la ONU para enmendar las leyes que violan los derechos fundamentales tanto en el Tíbet como en la región de mayoría musulmana de Xinjiang (Turquestán Oriental), en el noroeste de China.