Agustin Goikoetxea
Aktualitateko erredaktorea / Redactor de actualidad
1978

El secuestro de Moro, punto de inflexión en la política italiana

Fotografía de Aldo Moro difundida por las Brigadas Rojas tras su secuestro.
Fotografía de Aldo Moro difundida por las Brigadas Rojas tras su secuestro. (Wikicommons)

El secuestro y posterior ejecución por parte de las Brigadas Rojas de Aldo Moro provocó un terremoto en la convulsa política italiana. Mucho se ha especulado sobre aquellos tensos 55 días, que arrancaron el 16 de marzo de 1978, cuando el presidente de la Democracia Cristiana y ex primer ministro fue apresado.

El secuestro y muerte de Aldo Moro ha sido uno de los acontecimientos más importantes de las últimas décadas en Italia. Muchos analistas sostienen que fue un punto de inflexión en la convulsa política transalpina en un momento histórico.

Todo arrancó con una espectacular acción de un comando de las Brigadas Rojas, cuyos integrantes, vestidos con uniformes de Alitalia, apresaron al político democristiano tras matar a cinco guardias de la escolta en pleno centro de Roma.

El momento político era complicado en marzo de 1978. Un hecho histórico estaba a punto de acontecer. Una alianza por primera vez entre el Partido Comunista y la Democracia Cristiana, la formación que había dominado la política italiana desde el final de la Segunda Guerra Mundial, iba a permitir la conformación de un gobierno presidido por el democristiano Giulio Andreotti. No se había producido hasta entonces en un país occidental un acuerdo similar.

ACUERDO CON EL PCI

Moro era partidario del acuerdo y sus planteamientos coincidían con los del líder comunista Enrico Berlinguer. En pleno apogeo de la Guerra Fría, el mayor partido comunista de Europa iba a apoyar a un gobierno democristiano en una moción de confianza, una idea a la que tanto Washington como Moscú se oponían.

Italia vivía en la década de los 70 del siglo pasado inmersa en los «años de plomo», un periodo de gran inestabilidad, sumida en las luchas sociales del movimiento obrero y sacudida por acciones de las Brigadas Rojas y de grupos neofascistas.

El secuestro tuvo lugar el mismo día de la investidura, el 16 de marzo de 1978. Se produjo cuando Moro viajaba al Parlamento, donde se iba a presentar el acuerdo y proceder a votar la moción de confianza de la Cámara sobre el nuevo Ejecutivo encabezado por Andreotti. El secuestro no torpedeó la investidura, aunque la posterior muerte del líder democristiano acabó con el acercamiento, ya que el partido de Berlinguer se alejó y Andreotti no logró el respaldo de otras fuerzas.

El expresidente de la República Giuseppe Saragat manifestó que el secuestro de Moro era el acontecimiento más terrible de la historia reciente de Italia. El líder democristiano era una institución. Fue elegido diputado de la Asamblea Constituyente italiana en 1946, colaborando en la redacción de la Constitución de la República. Desde 1948 ocupó cargos públicos de alta responsabilidad hasta su muerte.

Desde Turín, donde estaban siendo juzgados, dirigentes de las Brigadas Rojas reivindicaron la acción y afirmaron que era solo el principio de una campaña «para atacar el corazón del Estado».

INTERCESIÓN DEL PAPA

El papa Pablo VI, su amigo personal, apeló incesantemente en los ángelus de la plaza de San Pedro a los secuestradores para que lo soltaran sin condiciones. Más tarde se supo que el Vaticano estaba dispuesto a pagar hasta 10.000 millones de liras -unos 5,5 millones de dólares- para su rescate, dinero en efectivo que nunca se aclaró de dónde procedía.

Un hecho que tuvo una gran repercusión en la vida política y social de Italia. Tras 55 días de tensión y muchas especulaciones, Aldo Moro fue hallado muerto. Su cuerpo sin vida se encontró en el maletero de un Renault 4 rojo en el centro de Roma, a medio camino entre las sedes de la Democracia Cristiana y del Partido Comunista.

El secuestro abrió un debate ético en la política italiana, que se fue acentuando conforme se fueron conociendo las decenas de cartas que Moro escribió desde su cautiverio, donde pedía al Gobierno una negociación para ser liberado.

En las misivas, según trascendió, acusaba a sus antiguos compañeros de hipocresía, se sentía abandonado por ellos, víctima de las luchas de poder en el seno del partido. Y estos respondían en la prensa asegurando que el presidente de la Democracia Cristiana se había vuelto loco, que esas palabras no podían ser sino fruto de la presión de los secuestradores.

Según se recoge en informaciones de la época y en posteriores trabajos periodísticos, la Democracia Cristiana no puso demasiado interés en que Moro sobreviviera.

El funeral oficial mostró el 'divorcio' entre la familia y los dirigentes democristianos. Ni los allegados del fallecido ni el cuerpo del finado estuvieron en las exequias que ofició el papa.

En la serie coral ‘‘Exterior Noche’’ (2022), Marco Bellocchio refleja bien los acontecimientos de aquella época y la convulsión que provocó que la política italiana cambiara para siempre. Aunque en 2003 el propio Bellocchio analizó el mismo caso en ‘‘Buenos días, noche’’, casi veinte años después ofreció un análisis más profundo y detallado de la historia. El tiempo sirve para analizar con más templanza aquellos hechos.



[2016] La visión de Barbara Balzerani sobre la guerrilla comunista

El secuestro de Aldo Moro el 16 de marzo de 1978 fue la acción con mayor trascendencia de las Brigadas Rojas. La presentación del libro ‘‘Camarada luna’’, de Barbara Balzerani, brindó la oportunidad a GARA de entrevistar en 2016 a quien fue militante de esta organización durante la década de los setenta del pasado siglo.

Balzerani fue una de las últimas activistas de la organización italiana apresada, en 1985. Condenada a cadena perpetua, quedó en libertad condicional en diciembre de 2006 y, finalmente, obtuvo la incondicional cinco años después. El pasado 4 de marzo falleció en Roma a los 75 años tras una larga enfermedad.

Dos años después de su detención junto a los brigadistas Renato Curcio y Mario Moretti, los tres ofrecieron una entrevista en la RAI en la que expusieron por qué daban por finalizada la lucha armada, demandando el fin de los atentados y la apertura de una fase de reflexión social y política sobre los errores y los aciertos de aquella experiencia que ha quedado grabada en la historia reciente de Italia. El titular de la entrevista a GARA no dejaba dudas sobre su opinión al respecto: «Sí, fue una derrota histórica de toda una hipótesis de revolución».