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«LOS NIÑOS DE WINTON»

Cuando un actor salva la función


Esta película de James Hawes dramatiza la historia de Nicholas Winton con una contención que resulta admirable, pero quizás limita su efectividad como drama y se coloca en una gran situación de desventaja ante “La lista de Schindler”, de Spielberg.

Sin embargo, cuenta con un as bajo la manga en la interpretación de Anthony Hopkins, cuyo desempeño es sutil pero profundo a la vez. “Los niños de Winton” despliega dos narrativas entrelazadas, conformando así una obra cinematográfica dual. La primera, ambientada en los albores de la Segunda Guerra Mundial tras la anexión de Austria, la crisis de los Sudetes y la amenaza nazi sobre Checoslovaquia, se erige como un relato histórico convencional, aunque no menos impactante, centrado en la salvación de un numeroso grupo de niños judíos de los campos de concentración y exterminio.

La segunda, situada en la década de los ochenta, dirige la atención hacia el altruismo de un anciano, ex agente de bolsa, cuyos heroicos actos pasaron desapercibidos hasta que un programa de la BBC los dio a conocer, evocando emociones que rozan lo lacrimógeno.

La presencia de Anthony Hopkins, en la segunda parte de la trama, sin duda marca una diferencia notable, pero sería injusto atribuir el impacto únicamente a su extraordinaria interpretación del protagonista. El guion también desempeña un papel crucial en la transición fluida entre ambos periodos, culminando en un hermoso plano final que captura la esencia de la historia en su totalidad.

El retrato de Winton, aunque impregnado de dolor, exhibe una notable profundidad, revelando las complejidades de su carácter y sus motivaciones con una gran sensibilidad. Todo ello gracias a la sabiduría y experiencia interpretativa de un gran actor.